Con los congelamientos de precios y el programa “Mirar para
cuidar” como los únicos recursos que el Gobierno viene desplegando para
contener la inflación, resulta claro que se perderá un año más en la lucha
contra este mal que amenaza transformar a esta gestión en una anomalía
histórica: que aquellos que condujeron a la Argentina en una de las
décadas con mejor desempeño económico de los últimos 70 años sean los responsables
de hundir al país una vez más en la mediocridad que lo ha caracterizado.
Para analizar la performance económica de los últimos años no
voy a tomar el producto bruto total ni per capita que, de acuerdo al año base
que tomemos, puede dar lugar a interpretaciones erróneas cuando comparamos
entre las distintas décadas. Voy a tomar el salario real industrial promedio,
que nos indica la capacidad de compra del salario del trabajador menos
calificado. Puede decirse que a lo largo de la historia argentina el aumento
del bienestar de este sector ha coincidido con el del resto de la población,
con excepciones aisladas. Además, de esta manera voy a hablar en el idioma de
esta gestión, que se vanagloria de gobernar en favor de los más débiles.
Tomando los últimos 70 años, el salario real subió en las
décadas del ´40, ´60 y entre el 2000 y el 2009 y cayó en las del ´50, ´70, ´80
y ´90. El asunto es que precisamente, exceptuando esta última década, se puede
encontrar una estrecha vinculación entre la evolución del salario real y la inflación. En
aquellos períodos en los que creció el salario real la inflación promedio se
encontró por debajo del 22% anual. Por el contrario, en los que cayó se ubicó
por encima de esa cifra, con los casos extremos de los ´70 y ´80, de aumentos
de los precios promedio del 136% y el 750% respectivamente.
Esto tiene que ver con una sencilla razón. Para que crezca
el poder adquisitivo del salario a lo largo del tiempo en un contexto de pleno
empleo, la creación de nuevos puestos de trabajo por parte del sector
productivo debe ser mayor que la cantidad de trabajadores que se incorporan al
mercado laboral. Y para que esto suceda, debe haber un nivel de inversión
suficiente, ya que es a través de ésta que se generan nuevos puestos de
trabajo. La inflación desalienta la inversión. Esto se debe a que, cuando hay
inflación, las relaciones entre los precios relevantes para aquel que decide si
invertir su dinero o no en una actividad productiva son completamente
inciertas. Algo que es rentable hoy puede no serlo en absoluto mañana, por ejemplo,
porque los precios de los insumos o los salarios pueden aumentar más que el
precio del bien o servicio que se pretende producir.
Es siguiendo esta lógica que, lamentablemente, es muy
factible que este Gobierno devuelva a la Argentina a la triste realidad en la que estuvo
sumida en la mayor parte de los últimos 60 años. En lo que va de esta década,
la inflación promedia un 24,5%. Además, se viene registrando un proceso de
deterioro en la competitividad externa de la economía debido a que el valor del
dólar no viene subiendo a la par del incremento de los precios locales. Esto
significa que este gobierno, o el que lo suceda, en algún momento van a tener
que realizar una brusca devaluación. En este escenario, de no mediar un plan
antiinflacionario no sólo que la inflación no va a bajar sino que se va a
incrementar, algo que está experimentando en forma dolorosa en estos días
Venezuela por motivos similares.
En definitiva, si las autoridades continúan evadiendo el
problema de la inflación, la economía va a quedar en una situación similar a la
que a lo largo de su historia resultó en una caída del salario real: una
inflación promedio superior al 22%.
Es muy probable que el Gobierno planee no estar en el poder
para cuando estos resultados sean visibles. Y seguramente intentará echarle la
culpa a sus sucesores. Pero así como no podemos deslindar al gobierno militar
de 1976-83 de su responsabilidad en los acontecimientos económicos de la década
del ´80 ni a la gestión de Carlos Menem de la suya en la crisis catastrófica
del 2001/2, de continuar en este sendero la administración actual no podrá negar
haber sentado las bases de una nueva frustración económica para todos los
argentinos, incluso aquellos que se jacta de proteger.