lunes, 9 de marzo de 2020

Creciente intervención del Estado en la economía

El mes de febrero dejó entre sus principales novedades el regreso de los topes a las tasas de interés, con la decisión del Banco Central de establecer un máximo del 55% para el costo del financiamiento de los saldos deudores de las tarjetas de crédito. Ya durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se había apelado a este tipo de instrumentos del que se ha abusado durante los últimos 70 años, con resultados negativos para la economía y el sistema financiero.

Para aquellos que teníamos la esperanza de que Alberto Fernández fuera una versión del peronismo más respetuosa del funcionamiento de los mercados, con medidas como ésta vamos viendo a eso como algo cada vez menos probable.

Si el Gobierno considera que las tasas de interés de las tarjetas de crédito se encuentran en niveles elevados como resultado de la existencia de prácticas oligopólicas en el mercado bancario, debería tomar medidas que incrementen la competencia en el mismo pero no utilizar estos topes que ponen a los precios en niveles arbitrarios, alterando señales que son esenciales para el normal desenvolvimiento de la economía.

Hay que tener presente que el sistema de precios produce una asignación eficiente de los recursos a lo largo de la economía. Indica cuáles son los sectores productivos más rentables para volcar el capital, el trabajo y/o la tierra. Si de algún modo se obstaculiza este sistema, la asignación de recursos va a perder eficiencia o no se va a realizar, llevando a una situación de bajo crecimiento o directamente al estancamiento de la economía.

Esto se ha observado en los últimos 8 años. Desde que comenzaron a introducirse medidas para manipular los distintos precios de la economía a partir del inicio del segundo gobierno de Fernández de Kirchner a finales del 2011 se entró en un período de estancamiento que aun no se ha podido superar. La liberalización de los precios que se llevó adelante entre 2015 y 2019 venía dando buenos resultados en sectores como el energético y el exportador y si el sistema político le hubiera dado continuidad a este marco más favorable para la inversión privada sin lugar a dudas esto se habría extendido a otros sectores. La reintroducción de estos obstáculos para la actividad económica siembra serias dudas para el futuro.

Resulta notable cómo todavía se continúa insistiendo con políticas económicas que no han resultado exitosas en ningún lugar del mundo y contras las cuales hace décadas vienen advirtiendo prestigiosos economistas. Evidencia del estancamiento conceptual en el cual se encuentra nuestra sociedad en materia económica es la vigencia que tiene hoy este pasaje de un trabajo del economista Raúl Prebisch sobre el estado de la economía argentina en 1956: “La intervención excesiva y desordenada del estado ha perturbado gravemente el sistema económico y ha generado beneficios extraordinarios para los buscadores de rentas pero no para los empresarios creativos o productores eficientes”. Si no logramos incorporar estos conceptos el futuro no será alentador.