lunes, 10 de agosto de 2020

Recuperar la fe de los argentinos en el futuro

Un fenómeno muy preocupante que ha surgido de la transición política del año pasado y la profunda crisis económica ligada a ella es el creciente número de argentinos que manifiesta estar evaluando abandonar el país en busca de destinos más estables y prósperos.

Es un resultado natural, por un lado, de 8 años de estancamiento económico. En el 2019, la actividad económica fue un 2,6% inferior a la del 2011. Pero aun más que eso, es producto de la ausencia de un horizonte que permita vislumbrar algún tipo de promesa. Los argentinos que piensan en el exilio se sienten dentro de un túnel completamente oscuro, sin el más mínimo haz de luz que dé alguna esperanza de encontrar la salida.

Y en esta sensación tiene una incidencia fundamental la llamada “grieta”. Si se percibe que un porcentaje amplio de la población no solo tiene algunas discrepancias sino que tiene una visión completamente distinta del rumbo que se le debe dar a la economía y al país que la que uno tiene es difícil ver la luz al final del túnel. Es casi una garantía de que continuaremos en forma interminable en este tránsito pendular entre dos modelos alternativos de Nación.

Con este panorama, es imposible tener expectativas de que la economía vaya a ingresar alguna vez en una senda de crecimiento sostenido. Es muy limitado el volumen de inversiones que se puede poner en marcha en un contexto en el cual todo puede cambiar en cualquier momento. Por lo tanto, se podrá atravesar períodos de crecimiento como el del 2003-11, apuntalados por ciclos favorables de los precios de los bienes exportables, pero cuando éstos terminen, se caerá nuevamente en situaciones de estancamiento o bajo crecimiento.

El creciente número de argentinos que está evaluando emigrar debe ser una señal de alarma para todos. Es una espantosa mueca del destino para un país que entre 1857 y 1914 recibió a 3,3 millones de personas (con una población que en 1869 apenas llegaba a los 1,9 millones) y en el cual al final de ese período el 30% de la población era de origen extranjero.

Es una necesidad urgente que los líderes de la Nación puedan plantear un proyecto de país lo más inclusivo posible que permita recuperar la fe de los argentinos en el futuro. Y es una responsabilidad de cada uno de nosotros cambiar la actitud de confrontación que nos caracteriza, hacer un esfuerzo para encontrar en el otro lo que nos une y no lo que nos hace distintos.

Quizás podemos hallar alguna esperanza en la noticia económica de estos últimos días, el logro de un acuerdo entre el Gobierno y los tenedores de bonos emitidos bajo legislación extranjera. Es un primer paso para ir delineando un horizonte macroeconómico que brinde posibilidades para el crecimiento. Y lo que es más importante es que parece haber contado con el apoyo una amplia mayoría de la población. Que éste sea el primer ladrillo para construir ese futuro promisorio que pueda albergarnos a todos.

lunes, 3 de agosto de 2020

Apenas un primer paso

Parece inminente un acuerdo del Gobierno con los tenedores de bonos argentinos emitidos bajo legislación extranjera, un tema al que presenta como un punto de inflexión para que la economía argentina entre en la senda del crecimiento. El propio presidente Alberto Fernández señaló semanas atrás que “si se resuelve el problema de la deuda, el despegue de la economía argentina va a ser magnífico”.

Pero si bien este será un logro que debe ser festejado, un acuerdo con los acreedores, por más satisfactorio que resulte, es apenas un primer paso en el largo camino que se debe transitar para poner a la economía en marcha tras 9 años de estancamiento, un camino que se ha tornado más arduo con las complicaciones generadas por la pandemia de coronavirus.

Este camino involucra configurar una estructura de precios relativos que brinde incentivos para la inversión privada, en particular en el sector exportador. Para ello, es esencial alcanzar la solvencia fiscal y establecer límites claros a la intervención del estado en los distintos mercados, tanto a través de la tributación como de medidas regulatorias.

Lamentablemente, con el justificativo de la emergencia sanitaria, en las últimas semanas el Gobierno viene avanzando en la dirección opuesta en estos aspectos, sembrando serias dudas sobre la posibilidad de un “despegue magnífico” en los próximos años.

Por añadidura, las medidas adoptadas desde el establecimiento de la cuarentena también agravaron el problema de credibilidad que desde el inicio arrastró esta administración y que plantean un obstáculo adicional. Aun cuando se avanzara en la dirección correcta, siempre va a existir la desconfianza de que, en caso de necesidad política, en cualquier momento se puede venir un nuevo manotazo hacia los recursos del sector privado, como sucedió en el pasado con el proyecto de las retenciones móviles o la nacionalización de las AFJP. Este temor latente, que debe ser despejado por las autoridades, es un elemento disuasivo para la inversión privada y puede frenar el crecimiento en los próximos años.

Pero, mirando el lado medio lleno del vaso, si bien con el avance en la solución del problema de la deuda la administración peronista no va a poner en marcha un despegue de la economía, al menos va a lograr alejar un poco a la Argentina del precipicio al caos económico hacia el cual se dirige desde el estallido de la pandemia como consecuencia de la enorme masa de dinero que imprimió el Banco Central para financiar las medidas orientadas a morigerar los efectos de la misma sobre la economía. Al mejorar la solvencia fiscal, un acuerdo con los acreedores ayudará a recuperar la confianza que se necesita para evitar que esa masa de dinero siga presionando sobre el dólar y termine disparando una nueva aceleración de la inflación.