domingo, 15 de diciembre de 2013

¿El mismo contenido en un envoltorio distinto?

Las medidas que semana a semana viene tomando el nuevo equipo económico confirman la impresión inicial. Los cambios en el modelo sólo se limitan a una mayor predisposición para resolver los numerosos conflictos del estado argentino con las empresas internacionales que han litigado contra el país en el CIADI, con el Club de París y con los fondos buitre, la remoción de sus elementos más recalcitrantes para la opinión pública y el establishment, como Guillermo Moreno y, en menor medida, Mercedes Marcó del Pont, y una aceleración del aumento del dólar oficial para detener la pérdida de reservas del Banco Central. Las cuestiones realmente esenciales de la economía, como la baja de la inflación, el establecimiento de un tipo de cambio real que permita normalizar el mercado cambiario y restaurar el crecimiento del sector exportador y la reducción del gasto público necesaria para avanzar en esos dos aspectos clave, han sido hasta el momento soslayadas y los anuncios que se van conociendo no hacen más que reducir la probabilidad de que el Gobierno nos sorprenda con novedades en estas áreas.

Ejemplos de esto son los nuevos recargos de la AFIP al turismo y a las compras con tarjeta en el exterior y las restricciones que se impusieron para la primera parte del 2014 a las importaciones de automóviles y equipos electrónicos y de oficina. Si el Gobierno estuviera buscando el momento oportuno, tal vez en medio de las vacaciones de verano, para corregir el valor del dólar oficial y ubicarlo en el nivel “óptimo”, que se encuentra por encima de 8 pesos y por debajo de 9,50 pesos, no hubieran sido necesarias esas medidas. El nuevo valor del dólar oficial sería suficiente para desalentar el turismo argentino en el exterior y las compras de bienes importados, con la ventaja adicional de que sería un estímulo muy importante para la producción local de bienes y servicios para los mercados externos y para el turismo extranjero en nuestro país.

Si queremos encontrar motivos para el optimismo a pesar de estas señales contrarias a esa postura, podemos pensar que el Gobierno ha optado por el camino del gradualismo, a partir de la conveniencia política pero también del deseo de no provocar ninguna conmoción en la población a través de medidas que tengan un fuerte impacto en su situación. Pero, lamentablemente, la historia argentina de los últimos 70 años no es muy alentadora en este sentido. Por ejemplo, en este período nunca se pudo ir desde una situación de atraso cambiario hacia un tipo de cambio real competitivo en forma gradual, siempre se lo ha hecho en forma brusca. En lo que respecta a la inflación, la historia tampoco nos brinda un gran estímulo. En los últimos 70 años, sólo 4 veces se logró reducir la inflación a un dígito, tras haber subido por encima del 20%. En tres de ellas (1953, 1993 y 2003), el esfuerzo antiinflacionario fue producto de un “trauma”: la inflación más alta en más de un siglo en 1951, del 50%, la hiperinflación de 1989 y el colapso de la convertibilidad en 2002. La única excepción: 1968.

Esperemos que el nuevo equipo económico logre su cometido, si realmente lo es, de revertir el atraso cambiario en forma gradual y que no sea necesario volver a atravesar una situación traumática para resolver el problema de la inflación. Pero en la medida en que no veamos medidas más contundentes y resultados, habrá cada vez menos dudas de que el rumbo económico actual es el mismo contenido en un envoltorio distinto.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Un comienzo sin sorpresas

Pasados los primeros 15 días de gestión del nuevo equipo económico no hubo ninguna sorpresa. Sólo se profundizaron las líneas de acción que se han venido planteando a lo largo del año en distintos frentes. En el área de la energía, el principio de acuerdo con Repsol por la expropiación del control accionario de YPF marca una continuidad con los intentos de activar la explotación de los vastos recursos que el país posee. Las negociaciones con la petrolera española también se inscriben dentro de la estrategia, explicitada luego de la derrota en las primarias abiertas, de comenzar a resolver los numerosos conflictos con empresas extranjeras en el CIADI, el tribunal arbitral del Banco Mundial, con el objeto de destrabar créditos de organismos multilaterales y preparar el terreno para un retorno a los mercados de capitales internacionales. A su vez, en el ámbito cambiario, la nueva gestión económica aceleró la tasa de incremento del dólar oficial, que anualizada ascendió en estos últimos 15 días al 65%. Nuevamente, no se trata de un enfoque distinto, teniendo en cuenta que a lo largo del año el Gobierno ha ido modificando la tasa de devaluación en forma brusca y que, por ejemplo, en la segunda mitad de agosto la misma alcanzó el 46% anual. Es decir, ya se había reconocido meses atrás que no se podía permitir que la inflación continuara ubicándose por encima de la variación del dólar oficial como en los últimos años, por el daño que esto provoca a las economías regionales y al crecimiento de las exportaciones y por el incentivo que brinda a la demanda de bienes extranjeros y al turismo argentino en el exterior, y que había que comenzar a revertir este proceso.

En definitiva, la estrategia parece ser clara: a los fines de detener la fuerte caída de reservas que viene registrando el Banco Central a lo largo del año y que son el único recurso con el que cuenta el Gobierno para mantener el control de la situación económica e imponer su propia agenda, pretende atraer inversiones extranjeras en el sector energético, conseguir, en lo inmediato, préstamos de organismos multilaterales y, más adelante, acceder a los mercados de capitales internacionales y, a través del aumento del dólar oficial, incentivar ventas al exterior demoradas a la espera de un cambio más favorable y desalentar las compras de bienes importados y el turismo en el extranjero, al encarecerlos. Esto último, con un enfoque gradual, mirando semana a semana el impacto sobre la inflación y sobre el humor del público.

Desde esta perspectiva, algunas decisiones que muchos esperaban, las de mayor impacto político, como el recorte de los subsidios a los servicios públicos, una brusca devaluación del tipo de cambio oficial o un plan antiinflacionario, parecen seguir quedando relegadas, a la expectativa de que la estrategia puesta en marcha brinde los resultados esperados. ¿Porqué asumir el elevado costo político de cualquiera de estas medidas, que posiblemente sepultaría las posibilidades electorales del Gobierno en las elecciones del 2015, si esta estrategia le permite mantener la situación económica bajo control hasta entonces? Habrá que ver si las próximas semanas confirman esta lectura o ponen en evidencia sus errores.


Por el momento, si bien las directrices planteadas son, en líneas generales, acertadas el comienzo de este nuevo equipo económico no conmueve. Habría que ir mucho más a fondo en distintos ámbitos para poner a la economía nuevamente en marcha y evitar un deterioro de la situación de la población en los próximos años. Pero lo cierto es que tal vez no se debía esperar otra cosa. Después de todo, inevitablemente los intereses políticos siempre prevalecen sobre el interés general.