Pasados
los primeros 15 días de gestión del nuevo equipo económico no hubo ninguna
sorpresa. Sólo se profundizaron las líneas de acción que se han venido
planteando a lo largo del año en distintos frentes. En el área de la energía,
el principio de acuerdo con Repsol por la expropiación del control accionario
de YPF marca una continuidad con los intentos de activar la explotación de los
vastos recursos que el país posee. Las negociaciones con la petrolera española
también se inscriben dentro de la estrategia, explicitada luego de la derrota
en las primarias abiertas, de comenzar a resolver los numerosos conflictos con
empresas extranjeras en el CIADI, el tribunal arbitral del Banco Mundial, con
el objeto de destrabar créditos de organismos multilaterales y preparar el
terreno para un retorno a los mercados de capitales internacionales. A su vez,
en el ámbito cambiario, la nueva gestión económica aceleró la tasa de incremento
del dólar oficial, que anualizada ascendió en estos últimos 15 días al 65%. Nuevamente,
no se trata de un enfoque distinto, teniendo en cuenta que a lo largo del año
el Gobierno ha ido modificando la tasa de devaluación en forma brusca y que,
por ejemplo, en la segunda mitad de agosto la misma alcanzó el 46% anual. Es
decir, ya se había reconocido meses atrás que no se podía permitir que la
inflación continuara ubicándose por encima de la variación del dólar oficial como
en los últimos años, por el daño que esto provoca a las economías regionales y
al crecimiento de las exportaciones y por el incentivo que brinda a la demanda
de bienes extranjeros y al turismo argentino en el exterior, y que había que
comenzar a revertir este proceso.
En
definitiva, la estrategia parece ser clara: a los fines de detener la fuerte
caída de reservas que viene registrando el Banco Central a lo largo del año y
que son el único recurso con el que cuenta el Gobierno para mantener el control
de la situación económica e imponer su propia agenda, pretende atraer
inversiones extranjeras en el sector energético, conseguir, en lo inmediato, préstamos
de organismos multilaterales y, más adelante, acceder a los mercados de
capitales internacionales y, a través del aumento del dólar oficial, incentivar
ventas al exterior demoradas a la espera de un cambio más favorable y
desalentar las compras de bienes importados y el turismo en el extranjero, al
encarecerlos. Esto último, con un enfoque gradual, mirando semana a semana el
impacto sobre la inflación y sobre el humor del público.
Desde
esta perspectiva, algunas decisiones que muchos esperaban, las de mayor impacto
político, como el recorte de los subsidios a los servicios públicos, una brusca
devaluación del tipo de cambio oficial o un plan antiinflacionario, parecen seguir
quedando relegadas, a la expectativa de que la estrategia puesta en marcha
brinde los resultados esperados. ¿Porqué asumir el elevado costo político de
cualquiera de estas medidas, que posiblemente sepultaría las posibilidades
electorales del Gobierno en las elecciones del 2015, si esta estrategia le
permite mantener la situación económica bajo control hasta entonces? Habrá que
ver si las próximas semanas confirman esta lectura o ponen en evidencia sus
errores.
Por
el momento, si bien las directrices planteadas son, en líneas generales,
acertadas el comienzo de este nuevo equipo económico no conmueve. Habría que ir
mucho más a fondo en distintos ámbitos para poner a la economía nuevamente en
marcha y evitar un deterioro de la situación de la población en los próximos
años. Pero lo cierto es que tal vez no se debía esperar otra cosa. Después de
todo, inevitablemente los intereses políticos siempre prevalecen sobre el interés
general.
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