lunes, 12 de mayo de 2014

La apuesta del Gobierno para el 2015

Si alguien todavía esperaba que el giro hacia la ortodoxia que hizo el Gobierno en los últimos meses iba a tener como resultado un ordenamiento de la economía y se iban a sentar las bases para una recuperación sólida y sustentable, los sucesos económicos que se vienen acumulando en las últimas semanas parecen echar por tierra esas expectativas.

Si bien esto ya había resultado suficientemente evidente con la renuncia de las autoridades a implementar algún tipo de plan contra la inflación, el principal problema que presenta la economía, la mayor rigurosidad monetaria, los guiños hacia el resto del mundo, con el acuerdo con Repsol por la nacionalización de YPF y el acercamiento con el Club de París, el nuevo índice de precios y el recorte de los subsidios a los servicios públicos daban algunos motivos para la esperanza.

Sin embargo, cada vez parece ir delineándose en forma más clara la apuesta del Gobierno: terminar de resolver lo antes y de la mejor manera posible los conflictos internacionales para obtener el financiamiento que le permita minimizar el ajuste. Es que mientras más recursos consiga menor será la necesidad de aumentar el valor del dólar, reducir el gasto público y mantener altas las tasas de interés, todas medidas de alto costo político y que comprometerían sus posibilidades de imponer un candidato en las elecciones presidenciales del 2015.

Y el comportamiento de los inversores extranjeros parece ser alentador para el desarrollo de esta estrategia, a juzgar, por ejemplo, por la avidez que mostraron días atrás por las acciones de YPF en Wall Street.

La poca tolerancia al costo político del ajuste ya es visible con la marcha atrás que el Gobierno viene dando con las tasas de interés, apenas ha comenzado a recibir un flujo constante de dólares como consecuencia de la venta de la cosecha de soja. Sabe que con la mayor disponibilidad de dólares podrá hacer frente a la mayor demanda de divisas por parte de los ahorristas que esta medida seguramente va a provocar, sin que esto se refleje en una pérdida de reservas.

Posiblemente haya que esperar hasta el final de la temporada sojera para comprobar cuál es efectivamente el plan del Gobierno. Si insiste en estas próximas semanas con un dólar de 8 pesos o que sube más lentamente que los precios, tasas de interés más bajas y un gasto público creciente (en los primeros meses de año se incrementó por encima del 40% anual), en ese momento inevitablemente va a tener que comenzar a colocar deuda en los mercados internacionales para impedir que las reservas empiecen a caer nuevamente y se reinicie el proceso de deterioro que se registró el año pasado y que terminó con la devaluación de enero.


La elección de ese camino no será una buena noticia porque implicará extender hasta por lo menos finales del 2015 esta situación de inestabilidad y de incertidumbre que desalienta la inversión productiva e impide aprovechar las múltiples oportunidades que hoy tiene el país. Pero es lamentablemente lo que más se ajusta a la vieja lógica política de la Argentina que aun no hemos podido dejar atrás.

domingo, 4 de mayo de 2014

¿Regreso a los ´90?

Resulta irónico que el modelo económico de este gobierno, que tanto ha demonizado la década del ´90, cada vez se asemeje más al de aquella época, por más que sus voceros se esfuercen al máximo por ocultar estas semejanzas en una retórica progresista.

La primera de estas coincidencias es el atraso cambiario. De acuerdo a ciertas mediciones, hacia finales del 2012 la relación entre los precios internos de la Argentina y los del resto del mundo se había acercado significativamente a la que había en la década del ´90. La devaluación del peso durante el 2013 y comienzos del 2014 le devolvió algo de competitividad cambiaria a la economía, pero, con los actuales niveles de inflación y la inclinación que ha mostrado este gobierno por la utilización del tipo de cambio como ancla inflacionaria, es difícil descartar que a finales de este año no nos hayamos acercado nuevamente a la paridad real de la convertibilidad.

La segunda coincidencia tiene que ver con el endeudamiento público, otrora uno de los motivos de orgullo y principales banderas del kirchnerismo. Hasta el año 2011, la Argentina redujo sistemáticamente su deuda pública en relación al PBI. Esta pasó del 166% del PBI en 2002 hasta el 42% a finales de ese año, como resultado de los canjes de deuda, el pago de las acreencias del Fondo Monetario Internacional, el crecimiento del producto y el buen desempeño fiscal durante parte de este período. Sin embargo, desde entonces, el endeudamiento del sector público ha crecido, alcanzando casi un 46% en el tercer trimestre del año pasado, último dato oficial disponible, con una proyección poco favorable teniendo en cuenta el fuerte déficit fiscal en los últimos meses del 2013.

El Gobierno todavía puede vanagloriarse de que continúa reduciendo la deuda externa del sector público, que tras haber alcanzado el 95% del PBI en el 2002 se ubicaba en apenas el 13% en septiembre del año pasado. Esto tiene que ver con que las autoridades económicas en los últimos años reemplazaron deuda en poder de residentes extranjeros con deuda en poder de organismos públicos locales, principalmente el Banco Central. Pero incluso este último motivo de orgullo parece tener una corta vida por delante. Es sumamente improbable que el Gobierno no apele al financiamiento externo en los próximos meses. Este es el motivo central detrás del golpe de timón que dio en los últimos meses y que lo llevó a avanzar en las negociaciones con las empresas con las que tenía litigios en el CIADI y con el Club de París y sellar el acuerdo con Repsol por la nacionalización de YPF. Y es el único recurso con el que cuenta para hacer frente a los vencimientos de la deuda en dólares y el desequilibrio en la balanza comercial de bienes y servicios que pueda tener desde aquí hasta finales del 2015 sin tener que apelar a una nueva devaluación, un mayor incremento en las tasas de interés o un fuerte ajuste del gasto público o, al menos, suavizando al máximo estas alternativas. Por lo tanto, es tal vez la única oportunidad que tiene Cristina Fernández de Kirchner para intentar imponer un candidato propio en las elecciones del año que viene.


Teniendo en cuenta todo esto, es muy probable que en los próximos meses veamos un aumento en el endeudamiento externo del sector público. Y, como en los ´90, se volvería a repetir un escenario de apreciación real del tipo de cambio y creciente endeudamiento estatal, tanto global como con el resto del mundo. Una nueva evidencia de que el oportunismo político y la falsedad ideológica están a la orden del día en la Argentina.