Resulta
irónico que el modelo económico de este gobierno, que tanto ha demonizado la
década del ´90, cada vez se asemeje más al de aquella época, por más que sus
voceros se esfuercen al máximo por ocultar estas semejanzas en una retórica
progresista.
La
primera de estas coincidencias es el atraso cambiario. De acuerdo a ciertas
mediciones, hacia finales del 2012 la relación entre los precios internos de la
Argentina y los del resto del mundo se había acercado significativamente a la que
había en la década del ´90. La devaluación del peso durante el 2013 y comienzos
del 2014 le devolvió algo de competitividad cambiaria a la economía, pero, con
los actuales niveles de inflación y la inclinación que ha mostrado este gobierno
por la utilización del tipo de cambio como ancla inflacionaria, es difícil
descartar que a finales de este año no nos hayamos acercado nuevamente a la
paridad real de la convertibilidad.
La
segunda coincidencia tiene que ver con el endeudamiento público, otrora uno de
los motivos de orgullo y principales banderas del kirchnerismo. Hasta el año
2011, la Argentina redujo sistemáticamente su deuda pública en relación al PBI.
Esta pasó del 166% del PBI en 2002 hasta el 42% a finales de ese año, como
resultado de los canjes de deuda, el pago de las acreencias del Fondo Monetario
Internacional, el crecimiento del producto y el buen desempeño fiscal durante
parte de este período. Sin embargo, desde entonces, el endeudamiento del sector
público ha crecido, alcanzando casi un 46% en el tercer trimestre del año
pasado, último dato oficial disponible, con una proyección poco favorable
teniendo en cuenta el fuerte déficit fiscal en los últimos meses del 2013.
El
Gobierno todavía puede vanagloriarse de que continúa reduciendo la deuda
externa del sector público, que tras haber alcanzado el 95% del PBI en el 2002
se ubicaba en apenas el 13% en septiembre del año pasado. Esto tiene que ver
con que las autoridades económicas en los últimos años reemplazaron deuda en
poder de residentes extranjeros con deuda en poder de organismos públicos
locales, principalmente el Banco Central. Pero incluso este último motivo de
orgullo parece tener una corta vida por delante. Es sumamente improbable que el
Gobierno no apele al financiamiento externo en los próximos meses. Este es el
motivo central detrás del golpe de timón que dio en los últimos meses y que lo
llevó a avanzar en las negociaciones con las empresas con las que tenía
litigios en el CIADI y con el Club de París y sellar el acuerdo con Repsol por
la nacionalización de YPF. Y es el único recurso con el que cuenta para hacer
frente a los vencimientos de la deuda en dólares y el desequilibrio en la
balanza comercial de bienes y servicios que pueda tener desde aquí hasta
finales del 2015 sin tener que apelar a una nueva devaluación, un mayor
incremento en las tasas de interés o un fuerte ajuste del gasto público o, al
menos, suavizando al máximo estas alternativas. Por lo tanto, es tal vez la
única oportunidad que tiene Cristina Fernández de Kirchner para intentar imponer
un candidato propio en las elecciones del año que viene.
Teniendo
en cuenta todo esto, es muy probable que en los próximos meses veamos un
aumento en el endeudamiento externo del sector público. Y, como en los ´90, se
volvería a repetir un escenario de apreciación real del tipo de cambio y
creciente endeudamiento estatal, tanto global como con el resto del mundo. Una
nueva evidencia de que el oportunismo político y la falsedad ideológica están a
la orden del día en la Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario