domingo, 26 de abril de 2015

Sin motivos para el festejo

La colocación de deuda con la que el Gobierno días atrás consiguió casi tres veces la cantidad de dólares que pretendía provocó cierta euforia entre los principales funcionarios del ámbito económico. “Se demuestra de este modo que no es cierto que los fondos buitres nos habían puesto contra las cuerdas y nos llevaban al nocaut. El mito de que no hay financiamiento para la Argentina se cae”, señaló con aire triunfal el ministro de economía Axel Kicillof horas después de la publicación del resultado de la licitación. A su vez, el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, destacó al día siguiente: “Hoy las reservas internacionales subieron 1.247 millones, un día importante para los argentinos”, en relación al ingreso de los dólares obtenidos con la emisión en las arcas de la autoridad monetaria.

Pero, si bien es cierto que el resultado logrado por el Gobierno debe haber sorprendido a los analistas bien intencionados que en los últimos meses ponían en duda la capacidad de la administración para conseguir una cantidad de dólares considerable en los mercados voluntarios de deuda en el contexto del conflicto con los fondos buitre, el endeudamiento del país en sí mismo, sin formar parte de una estrategia integral para resolver los importantes problemas que presenta la economía, no puede ser jamás un motivo para el festejo. Más bien, si se utiliza una vez más, como en el pasado, para disimular los problemas y patear su solución para adelante, debe ser un motivo de preocupación.

Es que en nuestro país, la deuda pública neta, es decir, sin incluir la deuda del Tesoro con organismos del sector público, en relación al PBI, se encuentra en una situación relativamente favorable. Incorporando en ella la deuda en default, incluso considerando eventuales arreglos beneficiosos para los acreedores, no supera el 30%, cuando en Brasil, por ejemplo, se ubica en torno al 60%. La mayoría de los países del mundo tienen un endeudamiento superior al nuestro. Esto le brinda a la Argentina, bajo ciertas condiciones, la capacidad de acceder a un flujo de financiamiento que les puede permitir a las autoridades de turno esquivar las reformas necesarias para que se reactive la inversión privada y la economía recupere el dinamismo.

Para dar un ejemplo sencillo, mucho se habla de la necesidad de una devaluación del peso. Definitivamente, una devaluación exitosa reduciría los costos en dólares de las empresas exportadoras y mejoraría su rentabilidad, estimulándolas a aumentar su producción e incrementando, así, el ingreso de divisas para nuestra economía, lo que permitiría enfrentar los problemas de escasez que hoy existen. Sin embargo, desde la perspectiva de los políticos, una devaluación generará una caída en el salario real de los trabajadores y un costo político que puede ser importante. Es sumamente tentador, entonces, para ellos enfrentar la falta de divisas con endeudamiento externo, en lugar de con una corrección de la relación entre el peso y el dólar.

Pero esto no es gratuito. Cada año que nos demoramos en generar las condiciones para la reactivación de la inversión privada y, de este modo, el aumento de la capacidad del país para producir bienes y servicios, en el contexto de una población creciente, nos volvemos en promedio más pobres. Por lo tanto, si se utiliza al endeudamiento con esa finalidad indudablemente debemos preocuparnos por el futuro.

viernes, 10 de abril de 2015

Muchos dólares, algunos interrogantes

Con la llegada de abril, comenzó la temporada de la liquidación de la cosecha de soja, el período del año en el que habitualmente se registra el mayor ingreso de dólares al país por sus exportaciones. Por ejemplo, en este mismo período del año pasado ingresaron 20.900 millones de dólares por ese concepto y en 2013, 22.300 millones. Esto contrasta con el resto de los trimestres de estos 2 últimos años, en donde las entradas por exportaciones alcanzaron un máximo de 20.000 millones, en el tercer trimestre del año pasado, y un mínimo de 15.200 millones, en el primer trimestre del mismo año.

El inicio de la temporada sojera se hizo sentir rápidamente en las reservas internacionales del Banco Central, que, al cierre de esta edición, se ubicaban en su nivel más alto del 2015, por encima de los 31.500 millones de dólares. También se percibió su efecto en el grifo cada vez más abierto del cepo cambiario. Tras vender 485 millones de dólares en marzo para fines de atesoramiento, fijando un nuevo récord mensual, la autoridad monetaria se mostró aun más generosa en este cuarto mes del año, desprendiéndose de 235 millones en sus primeros 5 días hábiles. Como es de esperar, esto presionó al dólar blue a la baja, ubicándolo en su nivel mínimo desde julio del año pasado.

Sin embargo, en el contexto de alivio y mayor holgura que este ingreso de dólares provoca, se plantea el interrogante de cuál va a ser el uso que el Gobierno le va a dar al flujo de divisas. Es que no se trata de una cantidad tan abundante para hacer frente a todas las necesidades que las autoridades tienen y, además, va a ser temporal.

Indudablemente, un objetivo prioritario del Gobierno en estas próximas semanas será intentar poner un freno a la caída de la actividad industrial, íntimamente ligada a la falta de insumos que las restricciones a las importaciones vienen provocándole al sector. Este cayó en febrero un 2,2% y suma 19 meses consecutivos de merma. En esta línea se encuentran los anuncios realizados por la presidente Cristina Fernández de Kirchner a finales de marzo de planes para el canje de electrodomésticos y la renovación del parque de taxis, entre otras medidas.

Merece un punto aparte la política de las autoridades económicas en relación al dólar ahorro. Ciertamente, sorprende la cantidad de reservas que están sacrificando con el fin de abastecer esta demanda, que años atrás fue vilipendiada, y que no se conformen con mantener en el 50% una brecha que llegó a superar el 80% en septiembre del año pasado. Uno imagina que tendrán el cálculo muy bien hecho de cuántos dólares necesitan de acá a diciembre y cuántos pueden conseguir para estar dispuestos a utilizar un volumen tan importante en algo que no parece ni por lejos lo más delicado políticamente. Como me decía hace poco un colega: “¿Qué porcentaje de las personas que compran dólares bajo esta modalidad puede llegar a votar por el candidato oficialista en octubre?”

Por último, el Gobierno tendrá que definir si necesita aprovechar la temporada sojera para aprovisionarse de los dólares que puede llegar a necesitar durante el resto del año. En este sentido, es de prever que si sabe que las reservas no van a alcanzar, mejor que la escasez se sienta ahora, a 6 meses de las elecciones, y no cuando los comicios sean inminentes.

En definitiva, en las próximas semanas recibiremos señales que nos permitirán ir desentrañando estos interrogantes. Podremos empezar a dilucidar si el Gobierno tiene margen para encarar el fin de ciclo con un espíritu festivo o si llegará a diciembre, con lo justo, pidiéndole la hora al referí.