lunes, 8 de junio de 2015

Artífices de nuestro propio destino

Resultan muy llamativos los vaivenes de electrocardiograma que viene mostrando el mercado de capitales local al ritmo de los rumores políticos que mejoran o empeoran las perspectivas de los principales candidatos presidenciales para las elecciones de octubre. 

A la luz de la experiencia histórica de la Argentina, parece desmedido el optimismo que despierta la posibilidad de una victoria de Mauricio Macri. Si bien uno está dispuesto a las gratas sorpresas, cuesta imaginar que la nueva administración pueda introducir las correcciones que se requieren en la proporción adecuada para que la economía ingrese en un proceso de crecimiento sostenible sin sufrir un desgaste político que erosione la base de apoyo necesaria para garantizar la gobernabilidad.

No tiene porqué repetirse la historia, pero no hay que olvidar las dificultades que encontró el gobierno de Fernando De la Rúa, entre 1999 y 2001, para lograr ese equilibrio esquivo en nuestro país entre consistencia económica y gobernabilidad. Tres economistas de incuestionables calificaciones, como José Luis Machinea, Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo, echaron mano a diversas herramientas para torcer el destino de crisis de la economía, desde el aumento de los impuestos y el recorte del gasto público hasta la canasta de monedas y los planes de competitividad, pero en todos los casos chocaron contra la compleja realidad política de la Argentina.

Por lo tanto, en lugar de creer ingenuamente que el futuro va a ser luminoso si gana un candidato y completamente sombrío si se impone otro, tal vez debemos trabajar, cada uno desde su lugar, para construir en conjunto un modelo de país que despierte el mayor nivel de adhesión posible en la sociedad y que, a partir de esa legitimidad, se pueda mantener en el tiempo, una condición fundamental para que la Argentina pueda desarrollar su potencial. 

Desde esta perspectiva, no debería haber una disyuntiva entre la continuidad o el cambio sino que se debe procurar una continuidad con cambios, de modo de mejorar el funcionamiento de la economía pero sin alienar el apoyo de las miles de personas que encontraron en el modelo actual una contención y una luz de esperanza para el futuro luego de la profunda crisis de la salida de la convertibilidad. De lo contrario, los perdedores de hoy estarán agazapados, esperando su oportunidad para volver dentro de algunos años y revertir los cambios que se hayan introducido en el interín. Y, así, perderemos todos. Seguiremos deambulando entre rachas y crisis recurrentes, sin brindarle soluciones permanentes a los sectores más vulnerables de la sociedad.

En síntesis, debemos ser artífices de nuestro propio destino, no dejarlo exclusivamente en manos de los políticos, que más que nada están interesados en llegar y permanecer en el poder y saben aprovechar al máximo las divisiones existentes en la sociedad que en las últimas décadas no hemos podido superar.