lunes, 5 de octubre de 2015

Pidiendo la hora

El Gobierno parece estar saliéndose con su cometido y está llegando a las elecciones presidenciales sin haber cedido un milímetro al “club de los devaluadores”, los fondos buitre y aquellos que “quieren ajustar” porque “nunca pasaron hambre”. Pero no lo hace con elegancia. Lo hace prácticamente pidiendo la hora, pasando la gorra entre sus amigos para que no se le acaben las pocas reservas que quedan o, al menos, para poder disputar las acusaciones de la oposición de que está dejando al Banco Central “pelado”.

Y la estrategia, a juzgar por los pronósticos de los encuestadores, parece estar dando sus frutos, con Daniel Scioli con chances de ganar los comicios en primera vuelta. De confirmarse estas predicciones, el tildado por algunos economistas opositores como “el peor ministro de economía de la historia” se irá a dormir el 25 de octubre con la íntima satisfacción de haber viabilizado con su gestión la victoria del candidato oficialista en un período de estrecheces que en nada se compara con los períodos previos a los triunfos electorales del 2007 o el 2011.

Los que no nos iremos a dormir satisfechos somos todos aquellos que soñamos con un país distinto: con un país estable, predecible, en el que se apliquen planes de largo plazo, en el que la gente no tenga que apostar todos sus ahorros en una timba, en el cual la supremacía de la política sobre la economía no sea tan brutal. Y no porque Scioli sea necesariamente un peor candidato que Mauricio Macri o Sergio Massa. ¿Quién puede asegurar con absoluta certeza cuál de estos políticos tiene la capacidad, la visión y las posibilidades para lograr los objetivos planteados?

Pero un triunfo del oficialismo es una victoria de la negación, de la vista gorda, de la mentira, de patear los problemas para adelante, de la falta de diálogo y acuerdos, de la priorización del corto por sobre el largo plazo, por no hablar de la corrupción, de la que han abundado acusaciones que aun no han sido confirmadas debidamente en los tribunales. Una victoria del oficialismo implica que una parte mayoritaria de la sociedad (al menos en los términos establecidos por la Constitución para la elección presidencial) está avalando, por ignorancia, negligencia o indiferencia, todas estas cuestiones. Y resulta altamente improbable que una sociedad que permite todas estas prácticas políticas pueda construir una nación como la que muchos ambicionamos.

¿Cuál es la actitud que debemos tomar si finalmente se confirman los pronósticos de las encuestas frente a este diagnóstico tan pesimista? Indudablemente, debemos redoblar los esfuerzos para trabajar sobre la educación y la concientización de la población pero, más que nada, debemos hacer una autocrítica y ver cuáles de todas esas prácticas que lamentamos en la dirigencia política adoptamos nosotros en nuestra vida cotidiana, cuando realizamos negocios, contratamos servicios o nos manejamos por la vía pública, contribuyendo a sostenerlas y perpetuarlas.