jueves, 5 de noviembre de 2015

Con el desafío de cambiar la historia

Estamos a pocas semanas del inicio de una nueva etapa en la historia de la Argentina, con el final del mandato de Cristina Fernández de Kirchner y el inicio del de Mauricio Macri o Daniel Scioli. Y, frente a este nuevo hito, se renueva la esperanza de que finalmente los argentinos dejemos viejos vicios de lado y comencemos a construir una nación nueva, con un futuro más prometedor.

En el ámbito económico, la expectativa es que el país abandone de una vez por todas el sendero de violentas crisis recurrentes que viene transitando desde hace 40 años. En este período, los argentinos atravesamos 4 episodios en los que el PBI cayó durante por lo menos 2 años consecutivos y acumuló una reducción superior al 4%: en 1975/76, con una merma del 4%, en 1981/2, con una del 11,3%, en 1988/90, del 12,7%, y en 1999/2002, del 24,1%. Si la próxima administración no acierta con las medidas necesarias para corregir los importantes problemas de fondo que presenta la economía, indudablemente el desenlace va a ser un nuevo episodio de este tipo y se marcará un nuevo trauma en la castigada memoria colectiva.

Este ciclo ininterrumpido de crisis no es malo solamente por la magnitud de las mismas y sus graves consecuencias sobre el entramado social. Al provocar constantes y prolongadas interrupciones en el proceso de acumulación de capital por parte de la sociedad, la alejan de su potencial productivo y condenan a los habitantes a un nivel de vida inferior a sus posibilidades.

Claramente, para el logro de este objetivo, no basta con la voluntad de quien se imponga en las elecciones del 22 de noviembre. Se requerirá del compromiso de las fuerzas políticas que queden en la oposición, de los dirigentes empresarios y sindicales y, por sobre todas las cosas, de la exigencia de todos los integrantes de la sociedad, que ya manifestaron mayoritariamente una sonora demanda de cambio el último 25 de octubre. Es que no se debe ignorar que la trayectoria económica que viene siguiendo el país en los últimos 40 años es el resultado de un complejo comportamiento social en el que los distintos actores buscan apropiarse de los méritos y los beneficios en las épocas de auge y evadir las responsabilidades y las pérdidas en las de caída, en lugar de asumir y repartir en forma colectiva tanto los logros como los fracasos.

Un hecho que podría alimentar la esperanza del cambio es la posibilidad de que llegue al gobierno en forma democrática por primera vez desde la reforma electoral de 1912 una fuerza política que no es ni el peronismo ni el radicalismo, si bien éste último forma parte de ella. Es válida la expectativa de que, en caso de asumir el poder, este partido incorpore nuevas prácticas y hábitos de conducción distintos en el manejo del poder ejecutivo.

Sea como fuere, quien asuma el 10 de diciembre afronta el enorme desafío de torcer la historia. Desde aquí, le damos todo nuestro apoyo y acompañamiento en esa empresa.