jueves, 17 de diciembre de 2015

Optimismo moderado

Al cierre de esta edición, Mauricio Macri está iniciando su mandato como nuevo presidente de la república. Su promesa de avanzar con las medidas que la economía necesita para volver a crecer tras 4 años de estancamiento y la composición de su gabinete con personas con la calificación y la seriedad necesarias para implementarlas invitan al optimismo. Sin embargo, los antecedentes históricos deben introducir una cuota de moderación en nuestras expectativas y actuar como un llamado a todos los argentinos a participar desde sus lugares para facilitar el proceso y contribuir a darle forma.

Para ilustrar las dificultades que el nuevo gobierno tiene por delante, se puede tomar por ejemplo la problemática del atraso cambiario, un tema que a lo largo de la campaña y en las semanas previas a la asunción ha prometido resolver. Esta problemática ha sido frecuente a lo largo de la historia económica argentina y aquellas administraciones que intentaron corregirla no tuvieron un buen final, si bien este resultado no puede ser atribuido exclusivamente a sus decisiones económicas.

Repasando los últimos 60 años, encontramos correcciones cambiarias de una magnitud como la que se podría requerir en la actualidad o mayor a fines de 1958, en 1967, en 1975, en 1981, en 1982 y en 2002. Hubo también una devaluación importante en 1989 pero ésta se dio en el marco de los intentos por detener el estallido hiperinflacionario de ese año y no con el objetivo de poner fin a un período más o menos prolongado de atraso cambiario. En todos los casos, la devaluación dio lugar a una importante caída del poder adquisitivo de los salarios que condicionó políticamente a las autoridades y seguramente contribuyó a su posterior caída. Esta caída del salario real fue de 25% en 1959, del 7% en 1967 (un impacto morigerado por la suba de las retenciones que se aplicó a los productos de la canasta familiar), del 35% en 1975, del 10% en 1981, del 10% también en 1982 y del 19% en 2002. En el primer caso, el gobierno de Arturo Frondizi fue derrocado por un golpe militar en marzo de 1962. Si bien es cierto que su salida del poder se dio más de 3 años después de la fuerte medida cambiaria que tomó, los salarios reales se mantuvieron significativamente por debajo de los niveles vigentes antes de la medida durante el resto de su gestión, aportando un motivo de malestar. El segundo caso es el menos trascedente por el impacto acotado de la devaluación. Aun así, el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía fue turbulento y se interrumpió en junio de 1970, con su reemplazo por otro representante militar, Roberto Levingston. Tras las medidas económicas de junio de 1975, la administración de Isabel Perón duró menos de 9 meses, aquejada desde ya por problemas que no se limitaban exclusivamente a lo económico. En 1981, Roberto Viola tuvo un mandato de apenas 8 meses y medio y, en 1982, Leopoldo Galtieri, de sólo 6. Aunque el desplazamiento de este último fue provocado por la derrota en la guerra de  Malvinas, muchas veces se ha señalado que con este conflicto se buscó una distracción de las dificultades económicas que el país atravesaba en aquel momento. Por último, en 2002 Eduardo Duhalde permaneció en el poder 17 meses luego de anunciar la salida de la convertibilidad.

A favor de Macri, hay que decir que, excepto en el caso de Frondizi, en el resto, las medidas fueron tomadas por presidentes que no habían sido elegidos por el voto popular y por lo tanto carecían de la legitimidad política suficiente para tomar decisiones que tuvieran un impacto tan fuerte sobre el nivel de ingresos de la población. Incluso el propio líder radical tenía una legitimidad cuestionable ya que había llegado a la presidencia favorecido por la proscripción del peronismo.


Estos antecedentes plantean, entonces, una oportunidad y también una advertencia a la hora de avanzar en la introducción de las modificaciones que la economía necesita. Indudablemente, tanto los asesores políticos y económicos del presidente como el resto de los integrantes de la sociedad debemos aprender de la experiencia del pasado para no caer en los mismos errores que han llevado a que la Argentina sea mirada con perplejidad en el mundo como un país que nunca termina de concretar su potencial.