domingo, 27 de mayo de 2012

Ruleta


Si bien nunca ha resultado fácil en este país decidir dónde colocar nuestros ahorros, en los últimos meses esa empresa se ha transformado prácticamente en una timba. Ya no hay mucha diferencia entre tomar todos nuestros ahorros, ir al casino y elegir un número de la ruleta o invertirlos en cualquiera de las opciones que el mercado local nos ofrece a fin de probar nuestra suerte y definir así nuestro futuro económico. Aun las opciones más conservadoras no hacen otra cosa que ponerle un límite a nuestra pérdida en lugar de generar una renta que nos permita un mejor pasar al momento de nuestro retiro. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con un plazo fijo en pesos que paga una tasa de interés anual de entre el 10% y el 12% en bancos de primera línea provocando una pérdida real en el ahorrista frente a una inflación que las consultoras privadas estiman en torno al 25% anual. Es decir, con el dinero invertido en un depósito bancario se pueden adquirir cada vez menos bienes y servicios a medida que pasa el tiempo.

El dilema al que se enfrenta el ahorrista hoy es el resultado de la combinación de dos factores. Por un lado, las restricciones para la compra de dólares, tal vez la única opción que en el contexto actual, excepto un inesperado colapso de la economía norteamericana en los próximos años, nos garantiza poder, al menos, conservar el valor de nuestros ahorros en el mediano y largo plazo. Por el otro, la flotación libre de la moneda americana en un mercado informal que fija su valor a partir de los caprichos, la especulación, la desesperación y la incertidumbre de los participantes más que de la realidad de la economía argentina.

Un tipo de cambio “razonable” es aquel que permite generar las divisas necesarias para hacer frente a las compras de bienes y servicios importados que demandan las empresas y consumidores locales y a los compromisos externos que posee la economía en términos de pago de intereses de las deudas contraídas y las rentas al capital de las inversiones foráneas. Aun sin los controles a las importaciones, que modificaron el cálculo al reducir en forma compulsiva las compras externas, un dólar en torno a los 5 pesos para finales del 2012 le permitía a la economía argentina cumplir con esos requerimientos.

Esto implica que comprar un dólar a 5.93 pesos, como cerró el denominado “blue” el jueves pasado, es como elegir un número en la ruleta y colocar nuestras fichas allí. Puede volver a subir y superar los niveles que alcanzó a mediados de la semana pasada pero es de prever que en algún momento el Gobierno intervenga, por ejemplo, fijando un dólar diferencial en un nivel intermedio entre el valor oficial y el informal y provocándole así una pérdida a todos aquellos que compraron por encima de ese valor. El Gobierno ya ha negado esta posibilidad pero si la brecha entre ambos mercados permanece en estos niveles o se incrementa el incentivo que tiene para hacerlo va a ser elevado. También puede continuar con lo que, según algunas versiones, hizo el jueves pasado: abrir en forma intermitente e inesperada el grifo del mercado oficial generándole una pérdida aun mayor a aquellos que no tuvieron la paciencia suficiente y acudieron al mercado paralelo. Sin embargo, esta política entrañaría una pérdida mayor de reservas del Banco Central y no presenta un beneficio político claro sobre la otra opción. ¿Cuántas personas creen hoy el discurso oficial de que aquellos que han declarado adecuadamente sus ganancias ante la AFIP no tienen problemas en comprar la divisa americana en bancos y casas de cambio?

De todos modos, hay que reconocer que buena parte de los compran dólares en el mercado informal no pretenden hacer un negocio en el corto o mediano plazo. Se mueven impulsados por una intuición o un conocimiento que es difícil de cuestionar. Con una inflación del 25% anual relativamente ignorada por el Gobierno, la capacidad de los exportadores para obtener las divisas que la economía argentina necesita merma constantemente. Por lo tanto, simplificando, un dólar “razonable” de 5 pesos a fines de este año se transforma en uno de 6.25 pesos a fines del 2013 y en uno de 7.81 a fines del 2014. Entonces, aquel que compró a 5.93 el jueves o 6,15 el día anterior en el mercado paralelo tal vez podría comprarlo más barato si puede lidiar con su ansiedad pero sabe que a la larga va a poder dormir tranquilo sin presenciar como el fruto de su trabajo se va desvalorizando inexorablemente con el avance del calendario.



lunes, 21 de mayo de 2012

Túnel del tiempo


Quien observa distraídamente la economía argentina, sin tener datos de tiempo y lugar, puede concluir que, sin darse cuenta, ha penetrado en alguna especia de túnel del tiempo. Por un lado, por el desdoblamiento cambiario de facto que hoy existe (con múltiples precios para el dólar: el oficial, el blue y el contado con liquidación) y cuyo desenlace natural debería ser una formalización del mismo, algo que en los últimos días salieron a desmentir distintos funcionarios del Gobierno pero que a esta altura causaría beneplácito a muchos de los que rechazábamos esta posibilidad, aunque más no sea porque serviría para darle un precio de referencia a los miles de desafortunados que intentamos sin suerte conseguir un puñado de dólares en el mercado oficial para proteger el valor de nuestros ahorros. En segundo término, por el modelo de sustitución de importaciones que se viene aplicando cada vez en forma más ferviente, con crecientes controles a las compras externas. A esto hay que sumar la elevada inflación, que de acuerdo a las consultoras privadas se mantiene obstinadamente cerca del 25%.

Se trata de 3 rasgos característicos de las economías en las décadas del ´50 y ´60 y que, dependiendo el país, se extendieron hasta finales de la década del ´80. Los diversos estudios económicos que se han hecho coinciden unánimemente en que las políticas económicas que incluyen estos elementos han fracasado invariablemente en términos de los niveles de crecimiento de largo plazo que han tenido como resultado. Los motivos son variados. Poner el énfasis en el desarrollo de sectores que sustituyen importaciones en lugar de en los exportadores tiene efectos positivos en el nivel de empleo en el corto plazo pero en el mediano y largo plazo da como resultado economías que no pueden generar las divisas necesarias para crecer saludablemente. Una inflación de dos dígitos provoca una alta incertidumbre sobre lo que puede suceder con las principales variables de la economía, dificultando las decisiones de inversión. Como consecuencia, la cantidad de maquinarias, de equipos, de proyectos de capacitación de recursos humanos, aumenta menos de lo que podría y, por ende, se reduce el crecimiento económico, que depende de esos factores, de la disponibilidad y utilización del capital físico y humano. La coexistencia de tipos de cambio múltiples sólo agrega confusión, corrupción y burocracia.

No hay que responsabilizar exclusivamente al Gobierno por haber introducido a la economía argentina en este rumbo. El sector mayoritario de la población que, con una inflación superior al 20%, votó a Cristina Fernández de Kirchner en octubre del año pasado claramente compró el boleto para que continuáramos avanzando en esta travesía por el tiempo que no augura un buen final.