lunes, 21 de mayo de 2012

Túnel del tiempo


Quien observa distraídamente la economía argentina, sin tener datos de tiempo y lugar, puede concluir que, sin darse cuenta, ha penetrado en alguna especia de túnel del tiempo. Por un lado, por el desdoblamiento cambiario de facto que hoy existe (con múltiples precios para el dólar: el oficial, el blue y el contado con liquidación) y cuyo desenlace natural debería ser una formalización del mismo, algo que en los últimos días salieron a desmentir distintos funcionarios del Gobierno pero que a esta altura causaría beneplácito a muchos de los que rechazábamos esta posibilidad, aunque más no sea porque serviría para darle un precio de referencia a los miles de desafortunados que intentamos sin suerte conseguir un puñado de dólares en el mercado oficial para proteger el valor de nuestros ahorros. En segundo término, por el modelo de sustitución de importaciones que se viene aplicando cada vez en forma más ferviente, con crecientes controles a las compras externas. A esto hay que sumar la elevada inflación, que de acuerdo a las consultoras privadas se mantiene obstinadamente cerca del 25%.

Se trata de 3 rasgos característicos de las economías en las décadas del ´50 y ´60 y que, dependiendo el país, se extendieron hasta finales de la década del ´80. Los diversos estudios económicos que se han hecho coinciden unánimemente en que las políticas económicas que incluyen estos elementos han fracasado invariablemente en términos de los niveles de crecimiento de largo plazo que han tenido como resultado. Los motivos son variados. Poner el énfasis en el desarrollo de sectores que sustituyen importaciones en lugar de en los exportadores tiene efectos positivos en el nivel de empleo en el corto plazo pero en el mediano y largo plazo da como resultado economías que no pueden generar las divisas necesarias para crecer saludablemente. Una inflación de dos dígitos provoca una alta incertidumbre sobre lo que puede suceder con las principales variables de la economía, dificultando las decisiones de inversión. Como consecuencia, la cantidad de maquinarias, de equipos, de proyectos de capacitación de recursos humanos, aumenta menos de lo que podría y, por ende, se reduce el crecimiento económico, que depende de esos factores, de la disponibilidad y utilización del capital físico y humano. La coexistencia de tipos de cambio múltiples sólo agrega confusión, corrupción y burocracia.

No hay que responsabilizar exclusivamente al Gobierno por haber introducido a la economía argentina en este rumbo. El sector mayoritario de la población que, con una inflación superior al 20%, votó a Cristina Fernández de Kirchner en octubre del año pasado claramente compró el boleto para que continuáramos avanzando en esta travesía por el tiempo que no augura un buen final.

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