Si bien nunca ha resultado fácil en este país decidir dónde
colocar nuestros ahorros, en los últimos meses esa empresa se ha transformado
prácticamente en una timba. Ya no hay mucha diferencia entre tomar todos
nuestros ahorros, ir al casino y elegir un número de la ruleta o invertirlos en
cualquiera de las opciones que el mercado local nos ofrece a fin de probar
nuestra suerte y definir así nuestro futuro económico. Aun las opciones más
conservadoras no hacen otra cosa que ponerle un límite a nuestra pérdida en
lugar de generar una renta que nos permita un mejor pasar al momento de nuestro
retiro. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con un plazo fijo en pesos que paga
una tasa de interés anual de entre el 10% y el 12% en bancos de primera línea provocando
una pérdida real en el ahorrista frente a una inflación que las consultoras
privadas estiman en torno al 25% anual. Es decir, con el dinero invertido en un
depósito bancario se pueden adquirir cada vez menos bienes y servicios a medida
que pasa el tiempo.
El dilema al que se enfrenta el ahorrista hoy es el
resultado de la combinación de dos factores. Por un lado, las restricciones
para la compra de dólares, tal vez la única opción que en el contexto actual,
excepto un inesperado colapso de la economía norteamericana en los próximos
años, nos garantiza poder, al menos, conservar el valor de nuestros ahorros en
el mediano y largo plazo. Por el otro, la flotación libre de la moneda
americana en un mercado informal que fija su valor a partir de los caprichos,
la especulación, la desesperación y la incertidumbre de los participantes más
que de la realidad de la economía argentina.
Un tipo de cambio “razonable” es aquel que permite generar
las divisas necesarias para hacer frente a las compras de bienes y servicios
importados que demandan las empresas y consumidores locales y a los compromisos
externos que posee la economía en términos de pago de intereses de las deudas
contraídas y las rentas al capital de las inversiones foráneas. Aun sin los
controles a las importaciones, que modificaron el cálculo al reducir en forma
compulsiva las compras externas, un dólar en torno a los 5 pesos para finales
del 2012 le permitía a la economía argentina cumplir con esos requerimientos.
Esto implica que comprar un dólar a 5.93 pesos, como cerró
el denominado “blue” el jueves pasado, es como elegir un número en la ruleta y
colocar nuestras fichas allí. Puede volver a subir y superar los niveles que
alcanzó a mediados de la semana pasada pero es de prever que en algún momento
el Gobierno intervenga, por ejemplo, fijando un dólar diferencial en un nivel
intermedio entre el valor oficial y el informal y provocándole así una pérdida
a todos aquellos que compraron por encima de ese valor. El Gobierno ya ha
negado esta posibilidad pero si la brecha entre ambos mercados permanece en
estos niveles o se incrementa el incentivo que tiene para hacerlo va a ser
elevado. También puede continuar con lo que, según algunas versiones, hizo el
jueves pasado: abrir en forma intermitente e inesperada el grifo del mercado
oficial generándole una pérdida aun mayor a aquellos que no tuvieron la
paciencia suficiente y acudieron al mercado paralelo. Sin embargo, esta
política entrañaría una pérdida mayor de reservas del Banco Central y no presenta
un beneficio político claro sobre la otra opción. ¿Cuántas personas creen hoy
el discurso oficial de que aquellos que han declarado adecuadamente sus
ganancias ante la AFIP
no tienen problemas en comprar la divisa americana en bancos y casas de cambio?
De todos modos, hay que reconocer que buena parte de los
compran dólares en el mercado informal no pretenden hacer un negocio en el
corto o mediano plazo. Se mueven impulsados por una intuición o un conocimiento
que es difícil de cuestionar. Con una inflación del 25% anual relativamente
ignorada por el Gobierno, la capacidad de los exportadores para obtener las
divisas que la economía argentina necesita merma constantemente. Por lo tanto,
simplificando, un dólar “razonable” de 5 pesos a fines de este año se
transforma en uno de 6.25 pesos a fines del 2013 y en uno de 7.81 a fines del 2014.
Entonces, aquel que compró a 5.93 el jueves o 6,15 el día anterior en el
mercado paralelo tal vez podría comprarlo más barato si puede lidiar con su
ansiedad pero sabe que a la larga va a poder dormir tranquilo sin presenciar
como el fruto de su trabajo se va desvalorizando inexorablemente con el avance
del calendario.
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