Quizás a algún distraído le haya costado entender, con razón,
cómo en un país con reservas internacionales en el Banco Central de más de 46
mil millones de dólares y un superávit comercial que en los primeros 5 meses
del año superó los 6 mil millones de dólares se vienen aplicando restricciones
tan generalizadas a la compra de la moneda americana por parte de sus
habitantes.
Sin embargo, los datos sobre comercio exterior publicados en
los últimos días pueden ayudarlo a comprender lo que en una mirada superficial
no parece tan sencillo. Es que en mayo, por segundo mes consecutivo, cayeron
las exportaciones, un 7% tras registrar en abril una merma del 2%. Esto hizo
que por primera vez desde que se implementaron en febrero las restricciones a
las importaciones se registrara una reducción interanual en el superávit
comercial (del 11%).
Como era de esperar, las restricciones a las importaciones
no iban a poder detener en forma permanente el deterioro del superávit
comercial y lo más factible es que este deterioro se vaya agudizando con el
tiempo, en un contexto de crecientes costos para los exportadores y para las
empresas que compiten contra las importaciones que aun se autorizan, por no
hablar del desfavorable panorama internacional que, por ejemplo, ya ha afectado
a la Argentina
bajo la forma de una fuerte devaluación en Brasil que encareció las
exportaciones locales a ese país.
El Gobierno podría detener el deterioro del superávit
comercial básicamente de dos maneras. Podría bajar la inflación, la solución
correcta, o devaluar el peso en una forma más abrupta y decidida que la que lo
viene haciendo, una opción muy riesgosa que podría desembocar en un mayor nivel de inflación, agravando aun más el problema. Pero, por
motivos políticos, no se ha inclinado por ninguna de estas alternativas. Se ha
propuesto llegar lo más lejos posible con las reservas internacionales
acumuladas en el Banco Central. Con estos recursos busca hacer frente a los
vencimientos de la deuda pública en dólares y el inevitable déficit comercial
que tarde o temprano esta política económica debería generar.
El año pasado la autoridad monetaria comenzó a experimentar
una pérdida de reservas que, de haber continuado en el tiempo, hubiera echado
por tierra este propósito. Mientras menos reservas tiene el Banco Central menos
es el tiempo durante el cual el Gobierno puede cubrir esas necesidades
financieras sin tener que aplicar una solución de fondo como las mencionadas. Por
esta razón, se vio obligado a aplicar las restricciones a la compra de dólares
que hoy nos resultan tan familiares y que han provocando el desdoblamiento del
mercado cambiario, con un dólar oficial, de $4.52, coexistiendo con un dólar blue, de $5.98.
El deterioro del saldo comercial, la única fuente de ingreso
de dólares que tiene actualmente nuestra economía, y la renuencia del Gobierno
a aplicar las soluciones que éste demanda son los motivos que se encuentran
detrás de las odiosas restricciones que venimos encontrando en los últimos meses
en los bancos y casas de cambio y a las que tendremos que acostumbrarnos a
menos que en forma inesperada, por una vez, los políticos argentinos dejen de
lado sus propios intereses y cumplan con su compromiso ante el pueblo.
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