domingo, 23 de septiembre de 2012

Sociedad dividida, economía estancada




En los últimos días se manifestó en forma evidente la fuerte división que presenta nuestra sociedad. Una división que no es nueva pero que se viene acentuando a partir de las medidas económicas que viene tomando el Gobierno desde la última elección y la reacción de ciertos sectores de la población frente a las mismas.

Esta división bien marcada de la sociedad parece ser parte de la estrategia de supervivencia del Gobierno. En un escenario de bajo crecimiento e inflación como el que va a prevalecer a lo largo de este mandato, en el que los recursos para distribuir van a ser más escasos, busca mantener la fidelidad de su electorado a través de la polarización, aglutinándolo en torno a un enemigo común, buscando imponer la sensación de que si es derrotado todos aquellos que se han beneficiado de alguna manera en estos últimos 10 años van a perder lo que consiguieron. Busca presentar una dialéctica según la cual la única alternativa al modelo económico actual es el neoliberalismo de los años ´90. Busca remarcar las diferencias que nos separan más que las coincidencias que nos unen.

Esta estrategia ha rendido sus frutos incluso en segmentos de la población con un sentido crítico. Hace algunos días intenté explicarle a un simpatizante del kirchnerismo lo grave que es la inflación y las consecuencias que ésta tiene sobre el crecimiento potencial de un país y sus posibilidades de desarrollo. La respuesta fue completamente inesperada: “Yo prefiero el peor momento de la década del ´80, en el que por lo menos la gente tenía trabajo, que lo que sucedió durante los años ´90. Mientras la gente siga teniendo trabajo yo voy a seguir apoyando a este Gobierno”. 

Esta es una respuesta realmente interesante que pone en evidencia el éxito del discurso oficial y el fracaso de la oposición para formular una alternativa coherente y creíble. Resulta sorprendente que una persona inteligente, con un buen nivel educativo, no se dé cuenta que existen alternativas intermedias mucho más saludables, que las opciones no son inflación sin desempleo o desempleo sin inflación. No necesita tener ningún conocimiento de economía. Sólo tiene que ver lo que sucede en el resto del mundo. Por ejemplo, si tomamos a los países del G20, el único que tiene una inflación por encima del 10% anual es Argentina (24.2%, de acuerdo al promedio de agosto de las consultoras privadas publicado por el Congreso). Sin embargo, 11 de los países del G20 tienen una tasa de desocupación inferior a la que presenta nuestra economía (7.2%). Es decir, más de la mitad de los países de este grupo tienen menos inflación y menos desempleo que la Argentina. Y de los países que tienen un desempleo mayor al nuestro, 5 tienen menos del 10%, una cifra claramente menor al promedio de la década del ´90. Sólo 3 países tienen una tasa de desempleo superior al 10%.

La sociedad no debe entrar en el juego de confrontación planteado por el Gobierno. Ni quienes apoyan al Gobierno ni quienes se oponen a sus políticas o se sienten perjudicados por ellas deben mirar al otro como un rival, como alguien que se quiere quedar con algo que no le pertenece o con quien no pueden compartir la vida en sociedad. La única manera de que la Argentina pueda finalmente ingresar en la senda del desarrollo es a través del consenso. Las sociedades que están divididas, que se disputan el poder y los recursos en lugar de trabajar en conjunto para generar una mayor riqueza, se sumergen en el estancamiento y el atraso económico.

Los países más exitosos de las últimas décadas son aquellos en los que la clase dirigente logró un consenso en torno a un modelo de país y se mantuvo fiel al mismo. Se podrán encontrar algunos fracasos pero son más numerosos los éxitos. Esto es lo que debemos reclamar a los políticos, en lugar de premiar a aquellos que medran con el desacuerdo y la fragmentación.




lunes, 3 de septiembre de 2012

Préstamos disponibles, ¿para qué?



En los últimos días circularon versiones de que el Gobierno va a seguir con las compañías de seguros de vida y retiro el mismo plan de acción que aplicó a los bancos semanas atrás: las obligará a invertir una parte de sus recursos en proyectos de inversión del sector productivo.

Si bien hay quien puede cuestionar esto, no hay dudas de lo fundamental que es asegurar una razonable disponibilidad de crédito para la inversión en el sector productivo. La inversión en capital físico y humano es la base del crecimiento económico y de la creación de la riqueza que le permite a una sociedad incrementar su nivel de vida.

Sin embargo, ¿de qué sirve la existencia de una oferta abundante de crédito para la inversión si no se generan las condiciones para que ésta se lleve adelante?  Y en este punto no es cuestión de detenerse en los argumentos habituales sobre “seguridad jurídica” o “reglas de juego claras”, que si bien es indiscutible que tienen su influencia en las decisiones de inversión poseen un carácter relativamente subjetivo.

El asunto es que la convivencia de una inflación en torno al 25% con un dólar que crece sistemáticamente a un ritmo menor al de los precios, a la que se suman las extendidas restricciones cambiarias, todo esto en un escenario político que torna altamente improbable cualquier cambio de trayectoria, hacen que los sectores que ofrecen un horizonte favorable sean escasos.

Por ejemplo, es difícil pensar en invertir en la exportación de bienes industriales. Con salarios que crecen año a año por encima del precio de venta, que está sujeto al dólar, aun los sectores que todavía mantienen algo de rentabilidad presentan perspectivas desfavorables. El turismo también presenta un panorama desalentador. Con los precios de los bienes y servicios locales subiendo en promedio en dólares, la Argentina cada vez es un destino más caro y por lo tanto menos atractivo para los visitantes extranjeros.

La construcción es otro sector que presenta interrogantes hacia el futuro. Este mercado debe acomodarse al cimbronazo que le provocó el cepo cambiario. Habrá que esperar a que los precios encuentren finalmente su punto de equilibrio para que los inversores vuelvan a colocar su dinero en esta actividad sin el temor a sufrir una pérdida de capital.

Se podría decir que puede haber posibilidades interesantes en el sector de sustitución de importaciones al abrigo de las restricciones que comenzaron a aplicarse este año. Sin embargo, ¿quién les asegura a quienes inviertan allí que en el 2015 no va a venir un nuevo gobierno que elimine las trabas que hoy existen dejando al sector expuesto a la competencia de los productos extranjeros?

Los sectores con mejores perspectivas hoy son el de commodities, con sus elevados precios, y el de servicios. Resulta irónico que este “modelo productivo” con el que el Gobierno se jacta de haber recuperado a la industria hoy brinde las mejores oportunidades en las producciones primaria y terciaria. 

Posiblemente al Gobierno sólo le interesan los golpes de efecto que producen sus anuncios en sus potenciales votantes pero si fuera sincero en sus intenciones claramente está equivocando el orden de los factores. Primero debe procurar que haya un modelo económico con señales de precios claras, coherente y que se pueda mantener en el tiempo, de forma tal que los empresarios y emprendedores encuentran una gama amplia de alternativas de inversión con una rentabilidad esperada atractiva. Recién después debe preocuparse por garantizar una oferta de crédito en condiciones razonables para que puedan aprovechar estas oportunidades.