En los últimos días circularon versiones de que el Gobierno
va a seguir con las compañías de seguros de vida y retiro el mismo plan de
acción que aplicó a los bancos semanas atrás: las obligará a invertir una parte
de sus recursos en proyectos de inversión del sector productivo.
Si bien hay quien puede cuestionar esto, no hay dudas de lo
fundamental que es asegurar una razonable disponibilidad de crédito para la
inversión en el sector productivo. La inversión en capital físico y humano es
la base del crecimiento económico y de la creación de la riqueza que le permite
a una sociedad incrementar su nivel de vida.
Sin embargo, ¿de qué sirve la existencia de una oferta
abundante de crédito para la inversión si no se generan las condiciones para
que ésta se lleve adelante? Y en este
punto no es cuestión de detenerse en los argumentos habituales sobre “seguridad
jurídica” o “reglas de juego claras”, que si bien es indiscutible que tienen su
influencia en las decisiones de inversión poseen un carácter relativamente
subjetivo.
El asunto es que la convivencia de una inflación en torno al
25% con un dólar que crece sistemáticamente a un ritmo menor al de los precios,
a la que se suman las extendidas restricciones cambiarias, todo esto en un
escenario político que torna altamente improbable cualquier cambio de
trayectoria, hacen que los sectores que ofrecen un horizonte favorable sean escasos.
Por ejemplo, es difícil pensar en invertir en la exportación
de bienes industriales. Con salarios que crecen año a año por encima del precio
de venta, que está sujeto al dólar, aun los sectores que todavía mantienen algo
de rentabilidad presentan perspectivas desfavorables. El turismo también
presenta un panorama desalentador. Con los precios de los bienes y servicios locales
subiendo en promedio en dólares, la Argentina cada vez es un destino más caro y por
lo tanto menos atractivo para los visitantes extranjeros.
La construcción es otro sector que presenta interrogantes
hacia el futuro. Este mercado debe acomodarse al cimbronazo que le provocó el
cepo cambiario. Habrá que esperar a que los precios encuentren finalmente su
punto de equilibrio para que los inversores vuelvan a colocar su dinero en esta
actividad sin el temor a sufrir una pérdida de capital.
Se podría decir que puede haber posibilidades interesantes
en el sector de sustitución de importaciones al abrigo de las restricciones que
comenzaron a aplicarse este año. Sin embargo, ¿quién les asegura a quienes
inviertan allí que en el 2015 no va a venir un nuevo gobierno que elimine las trabas que hoy existen dejando al sector expuesto a la competencia
de los productos extranjeros?
Los sectores con mejores perspectivas hoy son el de commodities, con sus elevados precios, y
el de servicios. Resulta irónico que
este “modelo productivo” con el que el Gobierno se jacta de haber recuperado a
la industria hoy brinde las mejores oportunidades en las producciones primaria
y terciaria.
Posiblemente al Gobierno sólo le interesan los golpes de
efecto que producen sus anuncios en sus potenciales votantes pero si fuera
sincero en sus intenciones claramente está equivocando el orden de los
factores. Primero debe procurar que haya un modelo económico con señales de
precios claras, coherente y que se pueda mantener en el tiempo, de forma tal
que los empresarios y emprendedores encuentran una gama amplia de alternativas de
inversión con una rentabilidad esperada atractiva. Recién después debe
preocuparse por garantizar una oferta de crédito en condiciones razonables para
que puedan aprovechar estas oportunidades.
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