Tras ganar las elecciones en octubre de 2011, el Gobierno tuvo
una gran oportunidad para introducir las correcciones que el modelo económico
está pidiendo a gritos. Más que nada, poner en marcha un plan para reducir en
forma gradual la elevada inflación. Las autoridades disponían entonces de 1 año
sin elecciones para soportar los costos políticos que este dificultoso proceso hubiera
generado. Es que, habría resultado difícil que, al menos durante la primera
etapa del mismo, no se generara un enfriamiento de la economía. Pero ésta podría
haber surgido renovada a tiempo para las elecciones del 2013 y, de esta manera,
la apuesta podría haber rendido sus frutos.
Sin embargo, se optó por el cepo cambiario y las
restricciones a las importaciones para enfrentar los efectos en lugar de las
causas. Se reprimieron todas las vías de salida de las divisas, en lugar de
actuar sobre el motivo de la fuga de las mismas: la creencia ampliamente
justificada de que tarde o temprano el Gobierno iba a tener que corregir la
creciente pérdida de competitividad de la economía provocada por la inflación
con una fuerte actualización del precio del dólar.
Al dejar pasar esa oportunidad, la Argentina quedó en una
situación muy comprometida. Cada año que pasa, se va incrementando el
desequilibrio macroeconómico y, por ende, el costo político de corregirlo, y entonces
la probabilidad de que se actúe en forma voluntaria para normalizar el
funcionamiento de la economía se va reduciendo. En este contexto, el camino
hacia la próxima crisis se transforma en la crónica de un final anunciado. Se
taparán los agujeros mientras se pueda, hasta que estalle la bomba en la forma
de una profunda recesión o una espiral inflacionaria.
Parece realmente difícil que el Gobierno tome nota de esto
en el 2013. Si no modificó los lineamientos básicos del modelo económico en el
momento más oportuno desde el punto de vista político, porqué lo va a hacer en
un año electoral en el que se juega su futuro.
Aquí es donde entra en juego el gobernador de la provincia
de Buenos Aires, Daniel Scioli, uno de los políticos con mejor proyección
electoral para el 2015. Los cálculos políticos de este contendiente de cara a
las elecciones presidenciales de ese año podrían resultar decisivos para el
devenir económico de la
Argentina.
Si el gobernador considerase que su suerte está atada al
desempeño económico del kirchnerismo y que llegar con una economía moribunda al
2015 plantearía una grave amenaza para sus posibilidades, entonces debería
presionar por todos los medios posibles para que en el 2013 se implemente un
programa que restablezca la confianza en la economía argentina y genere las
condiciones para la recuperación de la inversión privada. De esta manera, tendría
grandes chances de llegar a las elecciones presidenciales con una economía revitalizada
que le sirva de plataforma a su llegada al poder. Si ésta es su lectura y con
este fin logra encolumnar al peronismo detrás suyo y, mientras tanto, el
Gobierno continúa despilfarrando su caudal político y debilitándose, el
gobernador podría llegar a imponer su voluntad y un nuevo plan económico sería
posible en algún punto del 2013.
Con este panorama, el año que viene se presenta tal vez como
la última oportunidad para evitar la próxima crisis. Dejar pasar un año más sin
introducir las correcciones que la situación exige va a seguir incrementando
los costos políticos de normalizar la economía y éstos podrían volverse
intolerables, incluso para las propias chances de Scioli, en el 2014 o más
allá. Y cuando asuma el próximo gobierno ya puede ser muy tarde o éste puede
ser demasiado débil para afrontar la tarea requerida.