En las últimas semanas se vienen registrando cambios
significativos en el manejo por parte del Gobierno de importantes variables
económicas, algo que invita a pensar que éste puede estar poniendo en práctica
un nuevo modelo económico, tras verificar que el anterior era a todas luces
insostenible en el tiempo.
Las 3 áreas principales en las que se vienen observando
estos cambios son la cambiaria, la fiscal y la de precios de los servicios
públicos. En el plano cambiario, tras varios años en los que la inflación
superó ampliamente al ritmo de incremento del dólar, en las últimas semanas se
viene registrando una tendencia hacia la convergencia entre ambos. Mientras en
el primer cuatrimestre el precio del dólar oficial había subido a una tasa
anualizada del 7.6% y en el segundo cuatrimestre lo hizo al 14.2%, en lo que va
del último cuatrimestre esa tasa ascendió al 18.1%. Y en las últimas semanas,
se aceleró al 21.7%, muy cerca del ritmo de crecimiento de los precios, que las
consultoras privadas estiman por encima del 24%. De mantenerse esta tendencia
el Gobierno estaría contrarrestando una de las principales inconsistencias del
actual modelo económico, que es la constante pérdida de competitividad del
sector externo. Con los salarios aumentando invariablemente por encima de los
precios de los bienes que comercializan, los exportadores y los sectores que
compiten con las importaciones vienen encontrando crecientes dificultades financieras.
Los segundos pueden ser protegidos por barreras al ingreso de productos
extranjeros, no así los primeros que pueden tener que abandonar los mercados
duramente conseguidos. De continuar esto, el superávit comercial tendería a
volverse negativo acelerando la pérdida de reservas internacionales del Banco
Central y obligando, al final del camino, a una brusca devaluación, a la
búsqueda de financiamiento internacional o a ambas cosas.
En el terreno fiscal, los datos correspondientes al mes de
septiembre - los últimos disponibles - confirmaron una clara tendencia
descendente en el ritmo de crecimiento interanual del gasto primario (que no
incluye los intereses de la deuda pública) del estado nacional. En el primer
trimestre, éste había promediado un 39%, en el segundo trimestre se redujo a un
promedio del 31% y en el tercer trimestre al 24%, siendo precisamente
septiembre el mes con la tasa de incremento mas baja del año, poco menos del
20%. Un componente central, si bien no el único, de una política
antiinflacionaria es la reducción en la tasa de incremento del gasto público.
Si continúa en esta línea y acompaña este comportamiento con algún tipo de
acuerdo para bajar las tasas de aumentos salariales en las paritarias del año
que viene, el Gobierno podría comenzar a lograr algunos avances en relación al
principal problema de la economía: la alta inflación.
Por último, en el área de servicios públicos, el Gobierno
finalmente comenzó a aplicar una política de tarifas más razonable. En los
últimos días anunció un aumento en las tarifas de luz y gas, para financiar la
demorada inversión en la ampliación de las redes de estos servicios, y un
incremento en el precio del gas en boca de pozo, una medida dirigida a
estimular la inversión en la exploración y extracción de este combustible. De
esta manera, el Gobierno comienza a desarticular una política que ha tenido
diversos efectos negativos. Por un lado, ha contribuido a la caída en la
producción energética y al fuerte aumento en las importaciones de combustibles,
que superarán los 10 mil millones de dólares en el 2012. Por el otro, el enorme
volumen de subsidios otorgados a las empresas de servicios públicos para cubrir
sus déficits operativos ha sido uno de los motivos de la importante expansión
en los últimos años del gasto público, una de las causas centrales del
incremento de la inflación.
Por el momento, el Gobierno no ha encuadrado estos
lineamientos dentro de ningún programa. Es decir, no ha asumido ningún tipo de
compromiso en torno a ellos. Por lo tanto, puede tratarse de una estrategia
temporal que será abandonada a tiempo para intentar obtener el mejor resultado
posible en las elecciones legislativas del año que viene o incluso de una mera
coincidencia casual de hechos inconexos y fortuitos. Pero también puede ser el
resultado del reconocimiento de que la batalla por la re-relección está perdida
y que quien sea el candidato del kirchnerismo en el 2015 tendrá más chances si
se introducen hoy las modificaciones necesarias para que la economía llegue en
buena forma a ese momento.
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