domingo, 24 de marzo de 2013

No entrar en el juego de los especuladores



Mientras desde los distintos lados del espectro ideológico se intercambian acusaciones y se atribuyen responsabilidades por el movimiento vertiginoso del dólar en el mercado informal, quiero detenerme unos instantes en el castigado ahorrista argentino que, tras haber sido esquilmado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia por gobiernos y especuladores, hoy mira con desconcierto lo que sucede y no sabe a ciencia cierta dónde colocar su dinero.

Resulta realmente tentador volcarse al dólar informal que, desde que se instauró el cepo cambiario a fines de octubre del 2011, no para de subir. En el 2012 aumentó un 43% y en lo que va del 2013 ya ganó cerca del 25%. Y, en la medida en que se mantenga el actual modelo económico, va a seguir subiendo.

Sin embargo, el ahorrista debe tener presente que, dados los niveles que alcanzó en los últimos días en el mercado paralelo, el dólar es una alternativa por lo menos cuestionable para colocar nuestro dinero. Simplificando el tema, esto tiene que ver con que las relaciones de cambio entre las distintas monedas en el largo plazo están ligadas con los diferenciales de inflación entre los países que las emiten. Si, partiendo de una situación de equilibrio externo, pleno empleo y crecimiento, un país tiene un inflación del 20% y el resto del mundo una del 5%, la moneda de ese país va a tender a depreciarse un 15% respecto al resto de las monedas. De lo contrario, sus exportadores no podrían seguir siendo competitivos en los mercados externos, las importaciones se tornarían excesivamente baratas y dañarían a los sectores de la economía doméstica que compiten con ellas y el país en cuestión comenzaría a enfrentar problemas de balanza de pagos (con caída de reservas internacionales o endeudamiento externo), un aumento en los niveles de desempleo o ambas cosas. De acuerdo a distintas estimaciones, el valor del dólar que hoy garantizaría el equilibrio externo y el pleno empleo de la economía argentina y le permitiría mantener una tasa de crecimiento razonable se encuentra entre 6.50 y 8 pesos. Siguiendo la lógica planteada, este valor, actualizado por la inflación que se registre de ahora en más, es al que va a tender a establecerse el dólar el día que este gobierno o el que lo suceda ponga en marcha un plan de normalización de la economía, con la implementación de un mercado libre y único de cambios. Esto significa que, aun tomando el nivel máximo de la franja, aquel que compró dólares en la última semana (el viernes cerró a 8,48 pesos) en el largo plazo va a experimentar una pérdida en el valor real del dinero invertido. Es decir, el poder adquisitivo de los dólares que adquirió va a ser menor que hoy. Podrá ganarle a la inflación en las próximas semanas, meses, quizás años (como ha sucedido en el 2012 y lo que va del 2013), pero cuando se normalice la economía el dólar se va a establecer en un valor que le va a provocar una pérdida frente a la inflación acumulada desde hoy hasta ese momento. Y el ahorrista común no puede confiar en que se va a desprender de los dólares en el momento indicado. Los especuladores, mejor informados que él, ya se habrán deshecho de sus tenencias antes que el ahorrista tenga el menor indicio de que eso es lo que conviene.

Esta explicación seguramente no le aclara demasiado el panorama al cada vez más desconcertado ahorrista: el dólar informal va a perder frente a la inflación pero ¿existe alguna alternativa de inversión que hoy nos permita ganarle o, al menos, empatarle al aumento de los precios? Ciertamente no abundan y posiblemente son demasiado sofisticadas para el ahorrista menos experimentado pero buscando, informándose y atreviéndose a algo distinto a lo conocido se pueden encontrar algunas opciones que brindan perspectivas interesantes. Por ejemplo, en el último año comenzaron a emitirse bonos denominados “dólar linked”, que son activos que se compran y cobran en pesos pero cuya rentabilidad está ligada a lo que suceda con el dólar oficial a lo largo de la vida del título. Siguiendo la lógica anterior, así como el dólar informal, a los valores actuales, a la larga va a perder frente a la inflación el dólar oficial le va a ganar, inevitablemente. Desde esta perspectiva, aquel que tenga su dinero invertido en estos bonos a la larga va a experimentar una ganancia en su poder adquisitivo. Desde ya, hay que inclinarse por aquellos bonos de grandes empresas que produzcan bienes o servicios con precios internacionales porque, de lo contrario, en caso de devaluación, el incremento brusco del valor de sus deudas podría ocasionarles problemas para cumplir con el pago de las mismas, como le sucedió a un gran número de deudores en el 2002.

Es indudable que el panorama no es sencillo y que requiere aguzar el ingenio y avanzar por caminos que no son los habituales, pero ésta es la manera de salir menos dañados de este mal momento y evitar que los únicos que se llenen los bolsillos, y a costa nuestra, sean los especuladores.

domingo, 10 de marzo de 2013

Un margen cada vez más acotado



Mientras el Gobierno continúa deslindándose de sus responsabilidades en relación a la economía, limitando su política antiinflacionaria al congelamiento de los precios y a una débil pauta de aumentos salariales, en esta primera parte del año se observan un conjunto de señales de alarma que deben recordarle a todos los argentinos que el tiempo no está de nuestro lado y que si no se actúa en este momento, en el que aun hay cierto margen de maniobra, deberemos hacer un esfuerzo mucho más doloroso al final del camino cuando, obligados por las circunstancias, tengamos que apelar al ajuste o a la maxi-devaluación, la receta elegida por Venezuela hace pocas semanas para hacer frente a sus propias dificultades.

La primera de estas señales tiene que ver con las reservas internacionales del Banco Central, la última herramienta que les queda a las autoridades, luego de haber apelado al cepo cambiario, para mantener a raya el dólar oficial y ajustar su valor a las necesidades electorales. En las primeras 10 semanas del año, estas reservas cayeron 1.778 millones de dólares, cuando durante todo el 2012 habían caído “sólo” 3.087 millones y en el mismo período del año pasado habían crecido 736 millones.

La evolución de las reservas es la contracara de lo que viene sucediendo con el saldo comercial, prácticamente la única fuente de dólares que hoy tiene el país. En enero, el superávit comercial cayó un 49% en relación al mismo mes del año pasado, de 550 millones de dólares a 280 millones. Esto respondió a una caída interanual del 4% en las exportaciones y a un incremento del 1% en las importaciones.

Algunas versiones señalan que esta situación se debe a que los exportadores de granos están demorando sus ventas al exterior, impidiendo de esa manera el ingreso de los codiciados dólares, pero en el fondo esto es el efecto inevitable de la pérdida de competitividad de la economía argentina como consecuencia de una inflación que en los últimos años le viene ganando invariablemente a la suba del dólar. Esto se viene repitiendo en la primera parte del 2013, con una inflación estimada por las consultoras privadas en el 26.3% y una tasa de aumento del dólar en lo que va del año que si la anualizamos da el 16%. Cada vez nuestros exportadores tienen más dificultades para colocar sus productos en el extranjero, excepto aquellos que se ven beneficiados por extraordinarios precios, y los productos importados que logran atravesar las barreras establecidas por el Gobierno son más baratos.

El Gobierno podrá seguir poniendo controles, restringiendo el ingreso de los bienes importados, conociendo a partir de lo sucedido el año pasado los efectos que esto tiene sobre los precios y sobre la actividad de algunos sectores de la economía que no pueden acceder a los insumos necesarios para llevar adelante la producción, podrá recibir un alivio cuando los exportadores de granos se dignen a desprenderse de sus tenencias, pero a la larga tendrá inevitablemente que afrontar la realidad de un stock decreciente de dólares en las arcas del Banco Central.

Posiblemente no sea éste el gobierno que tenga que resolver la situación. Posiblemente, las reservas que aun posee el Banco Central sean suficientes para llegar al 10 de diciembre del 2015 y más allá también. Sin embargo, ¿Queremos los argentinos llegar al punto en que ellas se agoten y haya que aplicar cirugía mayor? ¿Deseamos volver a vivir el trauma de una nueva crisis? Hasta cierto punto, depende de nosotros. Este es un gobierno que mira continuamente las encuestas. Si hay una clara demanda de la población de que se debe actuar contra la inflación y poner en orden la economía para evitar la próxima crisis va a atender esa demanda.

El Gobierno no es el único responsable. En definitiva, no hace otra cosa que tomar las decisiones económicas que le brindan el mayor rédito político. Si la sociedad no le exige el cambio, deberemos esperar sentados hasta que el precipicio esté a la vuelta de la esquina.



sábado, 9 de marzo de 2013

Ignorando las enseñanzas de la región



Esta edición especial, que se distribuye en el Congreso Anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), es una buena oportunidad para analizar la economía argentina en el contexto de la región que integra y ver hasta qué punto se han replicado a nivel local las políticas de los países que vienen mostrando una trayectoria más exitosa.

Los funcionarios del Gobierno se apresurarían a objetar que la economía argentina ha sido la más exitosa de los últimos 10 años en la región, sin detenerse a analizar que el punto de partida, con una desocupación superior al 20% y una capacidad instalada ampliamente subutilizada, permitía un amplio margen para crecer sin inversión y que en los últimos 5 años la tasa de crecimiento ha sido sobreestimada.

En los últimos años se ha destacado en la región el caso de Perú, que desde el 2005 al 2011 registró tasas de crecimiento de entre el 6.8% y el 9.8%, con la excepción del 2009, que fue un año en que toda la región experimentó una fuerte desaceleración o directamente una caída en la actividad económica. También se pueden mencionar los casos de Chile y Colombia, que en el mismo período crecieron a tasas de entre el 3.7% y el 6.1% el primero y el 3.5% y el 6.9% el segundo. Brasil atravesó un robusto proceso de crecimiento entre 2004 y 2010, con tasas de entre el 3.2% y el 7.5%, pero en los últimos 2 años se ha desinflado planteando interrogantes respecto a su futuro.

Un aspecto central de los procesos de crecimiento atravesados por estos países es que en todos los casos la tasa de inflación se ha mantenido en 1 dígito. Todos estos países han demostrado que se puede alcanzar un buen ritmo de crecimiento sin provocar un recalentamiento desmedido de los precios. Los datos también parecen corroborar un hecho que le teoría económica predice: que los países con alta inflación tienden a tener tasas de crecimiento bajas. De hecho, Venezuela, que registró una tasa de inflación de más del 20% en los últimos años, fue el que peor desempeño, en términos de crecimiento, tuvo en el período, con un crecimiento negativo en 2009 y 2010 y una recuperación de sólo el 4.2% en 2011.

Lamentablemente, Argentina se ha inclinado por replicar el ejemplo de Venezuela en lugar del de los países más exitosos de la región y parece avanzar en la misma dirección, a juzgar por la fuerte desaceleración económica registrada en el 2012 (1.9% de crecimiento, según el INDEC) y por el panorama que traza para los próximos años la fuerte caída en la inversión. Sin una recuperación de la inversión va a resultar imposible alcanzar las tasas de crecimiento a las que nos habíamos acostumbrado años atrás.

Aparentemente, el partido gobernante de la Argentina se ha visto seducido por la permanencia del líder venezolano Hugo Chávez que, al fallecer al cierre de esta edición, estaba iniciando un nuevo mandato tras 14 años en el poder. Parece considerar que la utilización en la Argentina de políticas económicas similares a las de Venezuela ofrece mayores probabilidades de éxito en las contiendas electorales que se avecinan. Habrá que ver si estos cálculos resultan válidos pero los políticos argentinos deben saber que si en algún momento deciden dejar a un lado sus intereses y bregar por los de la sociedad no tienen que mirar muy lejos: varios países vecinos hoy nos muestran el rumbo a seguir.