domingo, 10 de marzo de 2013

Un margen cada vez más acotado



Mientras el Gobierno continúa deslindándose de sus responsabilidades en relación a la economía, limitando su política antiinflacionaria al congelamiento de los precios y a una débil pauta de aumentos salariales, en esta primera parte del año se observan un conjunto de señales de alarma que deben recordarle a todos los argentinos que el tiempo no está de nuestro lado y que si no se actúa en este momento, en el que aun hay cierto margen de maniobra, deberemos hacer un esfuerzo mucho más doloroso al final del camino cuando, obligados por las circunstancias, tengamos que apelar al ajuste o a la maxi-devaluación, la receta elegida por Venezuela hace pocas semanas para hacer frente a sus propias dificultades.

La primera de estas señales tiene que ver con las reservas internacionales del Banco Central, la última herramienta que les queda a las autoridades, luego de haber apelado al cepo cambiario, para mantener a raya el dólar oficial y ajustar su valor a las necesidades electorales. En las primeras 10 semanas del año, estas reservas cayeron 1.778 millones de dólares, cuando durante todo el 2012 habían caído “sólo” 3.087 millones y en el mismo período del año pasado habían crecido 736 millones.

La evolución de las reservas es la contracara de lo que viene sucediendo con el saldo comercial, prácticamente la única fuente de dólares que hoy tiene el país. En enero, el superávit comercial cayó un 49% en relación al mismo mes del año pasado, de 550 millones de dólares a 280 millones. Esto respondió a una caída interanual del 4% en las exportaciones y a un incremento del 1% en las importaciones.

Algunas versiones señalan que esta situación se debe a que los exportadores de granos están demorando sus ventas al exterior, impidiendo de esa manera el ingreso de los codiciados dólares, pero en el fondo esto es el efecto inevitable de la pérdida de competitividad de la economía argentina como consecuencia de una inflación que en los últimos años le viene ganando invariablemente a la suba del dólar. Esto se viene repitiendo en la primera parte del 2013, con una inflación estimada por las consultoras privadas en el 26.3% y una tasa de aumento del dólar en lo que va del año que si la anualizamos da el 16%. Cada vez nuestros exportadores tienen más dificultades para colocar sus productos en el extranjero, excepto aquellos que se ven beneficiados por extraordinarios precios, y los productos importados que logran atravesar las barreras establecidas por el Gobierno son más baratos.

El Gobierno podrá seguir poniendo controles, restringiendo el ingreso de los bienes importados, conociendo a partir de lo sucedido el año pasado los efectos que esto tiene sobre los precios y sobre la actividad de algunos sectores de la economía que no pueden acceder a los insumos necesarios para llevar adelante la producción, podrá recibir un alivio cuando los exportadores de granos se dignen a desprenderse de sus tenencias, pero a la larga tendrá inevitablemente que afrontar la realidad de un stock decreciente de dólares en las arcas del Banco Central.

Posiblemente no sea éste el gobierno que tenga que resolver la situación. Posiblemente, las reservas que aun posee el Banco Central sean suficientes para llegar al 10 de diciembre del 2015 y más allá también. Sin embargo, ¿Queremos los argentinos llegar al punto en que ellas se agoten y haya que aplicar cirugía mayor? ¿Deseamos volver a vivir el trauma de una nueva crisis? Hasta cierto punto, depende de nosotros. Este es un gobierno que mira continuamente las encuestas. Si hay una clara demanda de la población de que se debe actuar contra la inflación y poner en orden la economía para evitar la próxima crisis va a atender esa demanda.

El Gobierno no es el único responsable. En definitiva, no hace otra cosa que tomar las decisiones económicas que le brindan el mayor rédito político. Si la sociedad no le exige el cambio, deberemos esperar sentados hasta que el precipicio esté a la vuelta de la esquina.



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