lunes, 24 de noviembre de 2014

Pax cambiaria y desempleo: dos caras de la misma moneda

El aumento en el índice de desocupación, que reconoció el propio Instituto de Estadísticas y Censos para el tercer trimestre de este año en relación al mismo período del anterior, del 6,8% al 7,5%, y que el Gobierno se empeña en presentar como el resultado de los coletazos de la situación económica internacional sobre nuestro país, es consecuencia directa, además de otros factores, de la estrategia que han elegido las autoridades para controlar la situación en el mercado cambiario y hacer frente a la escasez estructural de divisas que sus propias políticas han provocado.

En los últimos años, los aumentos de los costos en dólares, el cepo cambiario y, de manera más general, la ausencia de líneas estratégicas de mediano y largo plazo y la incertidumbre macroeconómica han desincentivado casi por completo la inversión en el sector exportador y en el de sustitución de importaciones, poniéndole un freno a la capacidad de la economía para aumentar la oferta de divisas. Y, cuando los excedentes comerciales y el stock de reservas acumulado en el Banco Central comenzaron a agotarse, se optó por aplicar las fuertes restricciones a las importaciones a las que nos venimos acostumbrando, en lugar de corregir los estímulos para reactivar la inversión en los sectores productivos generadores de dólares.

Entonces, lo que en las últimas semanas se ha presentado como un triunfo de las autoridades económicas, que lograron restablecer la calma en el mercado cambiario, está íntimamente ligado con el fracaso en el frente laboral. Es la otra cara de la misma moneda. Para detener la pérdida de reservas que alimentaba las expectativas devaluatorias, el Gobierno limitó el acceso a los dólares por parte de los importadores. Esto no sólo obstaculiza la posibilidad de las empresas de crear nuevos puestos de trabajo, al privarlas de insumos necesarios para su actividad, sino que retroalimenta la escasez estructural de divisas al impedir el acceso de los empresarios a los bienes de capital necesarios para ampliar la capacidad productiva en el sector exportador o en el de sustitución de importaciones, a la vez que genera incertidumbre sobre la disponibilidad futura de insumos.

Parece claro que este panorama se va a mantener durante el 2015. El Gobierno podrá aflojar un poco las restricciones a las importaciones en la medida en que llegue a un acuerdo con los fondos buitres que, por lo menos, permita la refinanciación de los pagos de deuda comprometidos para el año que viene. Y también es muy factible que, al acercarse el fin del mandato, esté más dispuesto a tolerar una pérdida de reservas a cambio de unos puntos menos en la tasa de desocupación. Pero casi con seguridad no va a tomar medidas de fondo para corregir el estancamiento en la generación de divisas, lo que le pone un techo a las posibilidades de crecimiento de la economía y, por ende, a la capacidad para revertir la tendencia de deterioro del mercado laboral.


En síntesis, el 2014 será recordado como el año en que comenzaron a sufrirse en carne viva los efectos de los errores de política económica que se viene cometiendo desde hace mucho tiempo. El aumento en la desocupación y la caída en el salario real que se registraron este año son el resultado directo de esos errores y, en lo que queda de su gestión, el Gobierno podrá limitarlos pero difícilmente revertirlos.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Una calma poco prometedora

En las últimas semanas el Gobierno logró restablecer la calma en el mercado cambiario. Con la ayuda o la contabilidad creativa del intercambio de monedas con China y el impulso de los dólares tardíos de la cosecha tras el acuerdo negociado con las cerealeras, las autoridades económicas detuvieron la sangría en las reservas del Banco Central y reafirmaron la intención de mantener el dólar oficial incrementándose en cámara lenta en estos meses finales del año, indudablemente buscando anticiparse a cualquier motivo de descontento social durante diciembre.

Lo que podrá traer enero tal vez ni siquiera Cristina Fernández de Kirchner lo sabe. Da la impresión de que todo estará sujeto a lo que dicten las encuestas de opinión y a la interpretación que el círculo íntimo de la presidente haga de ellas. Si la recesión comienza a complicar los cálculos electorales y el flujo de dólares no permite aliviar las restricciones a las importaciones que le ponen el freno de mano a la economía, es muy posible que se decida acomodar el relato y buscar el mejor acuerdo posible con los holdouts. Pero si, desde la óptica de las autoridades, un arreglo de este tipo plantea una ecuación política desfavorable no podemos descartar que se intente llegar a octubre rasqueteando los dólares de donde y al costo que se pueda, echándole la culpa de las penurias a los fondos buitre y a “sus aliados” en Estados Unidos y aquí.

Por lo pronto, el Gobierno viene ganando tiempo y conservando sus fuerzas para hacer frente a las próximas turbulencias. Esto obviamente no es gratuito. Sea cual fuere la táctica elegida, poco provecho sacará la economía de ella. Las condiciones para el crecimiento hoy son nulas. La trayectoria completamente imprevisible de los precios relativos ante un gobierno sin plan y un cambio de administración en menos de 1 año torna imposible definir con un mínimo grado de certeza cuáles son las alternativas de inversión que brindan perspectivas razonables para los próximos años. Y sin inversión el crecimiento se verá completamente limitado.

Puede servir como consuelo o agregar motivos para el desasosiego saber que las elecciones económicas de las autoridades actuales no ofrecen nada novedoso. Hablando sobre la situación del país entre 1955 y 1967, el economista cubano Carlos Díaz Alejandro decía en 1970: “Es cierto que el estrangulamiento de divisas se había agravado hasta tal punto que la reasignación de recursos necesaria para corregirlo se tornaba cada vez más dificultosa. Resultaba, entonces, tentador adoptar políticas que sacaran el mejor provecho de una mala situación en vez de encarar de frente los problemas de divisas”.


Este pasaje bien podría referirse al estado actual de la economía. Hasta que no se resuelva el problema de competitividad que ésta tiene, que ha tornado estructural la escasez de moneda extranjera, el país no va a retomar la senda del crecimiento. Sólo nos queda esperar que la manera de pensar reflejada en el texto citado no se replique en el mandato presidencial que se inaugurará en diciembre del año que viene, sea quien sea el que reciba el cetro.