lunes, 10 de noviembre de 2014

Una calma poco prometedora

En las últimas semanas el Gobierno logró restablecer la calma en el mercado cambiario. Con la ayuda o la contabilidad creativa del intercambio de monedas con China y el impulso de los dólares tardíos de la cosecha tras el acuerdo negociado con las cerealeras, las autoridades económicas detuvieron la sangría en las reservas del Banco Central y reafirmaron la intención de mantener el dólar oficial incrementándose en cámara lenta en estos meses finales del año, indudablemente buscando anticiparse a cualquier motivo de descontento social durante diciembre.

Lo que podrá traer enero tal vez ni siquiera Cristina Fernández de Kirchner lo sabe. Da la impresión de que todo estará sujeto a lo que dicten las encuestas de opinión y a la interpretación que el círculo íntimo de la presidente haga de ellas. Si la recesión comienza a complicar los cálculos electorales y el flujo de dólares no permite aliviar las restricciones a las importaciones que le ponen el freno de mano a la economía, es muy posible que se decida acomodar el relato y buscar el mejor acuerdo posible con los holdouts. Pero si, desde la óptica de las autoridades, un arreglo de este tipo plantea una ecuación política desfavorable no podemos descartar que se intente llegar a octubre rasqueteando los dólares de donde y al costo que se pueda, echándole la culpa de las penurias a los fondos buitre y a “sus aliados” en Estados Unidos y aquí.

Por lo pronto, el Gobierno viene ganando tiempo y conservando sus fuerzas para hacer frente a las próximas turbulencias. Esto obviamente no es gratuito. Sea cual fuere la táctica elegida, poco provecho sacará la economía de ella. Las condiciones para el crecimiento hoy son nulas. La trayectoria completamente imprevisible de los precios relativos ante un gobierno sin plan y un cambio de administración en menos de 1 año torna imposible definir con un mínimo grado de certeza cuáles son las alternativas de inversión que brindan perspectivas razonables para los próximos años. Y sin inversión el crecimiento se verá completamente limitado.

Puede servir como consuelo o agregar motivos para el desasosiego saber que las elecciones económicas de las autoridades actuales no ofrecen nada novedoso. Hablando sobre la situación del país entre 1955 y 1967, el economista cubano Carlos Díaz Alejandro decía en 1970: “Es cierto que el estrangulamiento de divisas se había agravado hasta tal punto que la reasignación de recursos necesaria para corregirlo se tornaba cada vez más dificultosa. Resultaba, entonces, tentador adoptar políticas que sacaran el mejor provecho de una mala situación en vez de encarar de frente los problemas de divisas”.


Este pasaje bien podría referirse al estado actual de la economía. Hasta que no se resuelva el problema de competitividad que ésta tiene, que ha tornado estructural la escasez de moneda extranjera, el país no va a retomar la senda del crecimiento. Sólo nos queda esperar que la manera de pensar reflejada en el texto citado no se replique en el mandato presidencial que se inaugurará en diciembre del año que viene, sea quien sea el que reciba el cetro.

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