En
las últimas semanas se vienen sumando estadísticas que indicarían que terminó
la recesión en la que se encontraba inmersa la economía, tras 4 trimestres
consecutivos de caída de la actividad entre el cuarto de 2015 y el tercero de
2016. Si bien todavía el INDEC no publicó los datos correspondientes al último
trimestre del año pasado, los resultados del Estimador Mensual de Actividad
Económica del organismo (con un crecimiento nulo en octubre, de 1,2% en
noviembre y de 1,6% en diciembre, siempre en relación al mes anterior) anticiparían
que el período va a registrar una evolución positiva.
A
esto también se agrega la mejora en las estadísticas de los sectores que más
arrastraron hacia abajo el PBI el año pasado, como la industria y la
construcción. La primera de ellas (que cayó cerca de un 5% en el 2016 y que
tuvo en algunos meses retracciones cercanas al 8%) en enero registró una caída interanual
de apenas el 1,1%, la más baja desde febrero del año pasado. Con la segunda
sucedió algo similar: había caído alrededor del 13% en 2016 pero en enero se
contrajo apenas un 2,4% interanual, el mejor desempeño de, por lo menos, los
últimos 13 meses.
Las
estadísticas van confirmando lo que se esperaba. A medida que se van
recuperando los salarios reales, especialmente castigados en el primer semestre
del 2016, y, con ellos, el consumo, comienza a ponerse en marcha la obra
pública, completamente paralizada durante ese período, y continúa cobrando
impulso el sector agropecuario, altamente beneficiado por la salida del cepo
cambiario y la reducción y eliminación de las retenciones y las restricciones a
las exportaciones, la economía comienza a repuntar.
Sin
embargo, los interrogantes más importantes no pasan por si la economía va a
crecer o no este año sino más bien por cuál va a ser la calidad de ese
crecimiento y si va a poder sostenerse en el tiempo. Y, parados donde estamos
ahora, existen serias dudas de que esto vaya a suceder.
Es
que, para que haya un crecimiento sólido y sostenible, es necesario que la
economía presente un conjunto razonable de sectores con buenas perspectivas de
rentabilidad para los próximos años y con capacidad para competir con el mundo.
Pero, con un proceso de atraso cambiario en marcha y que tiende a profundizarse,
con autoridades económicas que no terminan de avanzar con una reducción significativa
de la carga tributaria y con una sociedad que no muestra un consenso
suficientemente amplio sobre el rumbo que se ha tomado, no se están generando
esas condiciones.
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