Para este año se espera nuevamente un incremento
de la actividad económica del 3%. El Gobierno ya enfatiza que, por primera vez
desde el 2011, se van a encadenar dos años consecutivos de crecimiento y es
cierto que éste no deja de ser un motivo de beneplácito. Pero, sin lugar a
dudas, la tasa de crecimiento no es en modo alguno el tema económico más
importante de este 2018. Lo más relevante va a ser cómo aprovechan las
autoridades este año sin elecciones para lograr avances sólidos en la
corrección de los importantes desequilibrios que presenta la economía y que,
como quedó demostrado a finales del 2017 con la reforma previsional, plantean
un importante desafío político para la administración.
Todos sabemos que hoy el Gobierno está
jugando una carrera contra el tiempo. Debe dotar de viabilidad a la economía
argentina antes de que se agote el financiamiento internacional, por la pérdida
de confianza de los inversores extranjeros en el país o porque algún evento
externo ahuyente los capitales de las economías emergentes. Y si los avances
logrados este año son exiguos tendrá poco margen en el 2019 para hacer la
plancha de cara a las elecciones presidenciales y alimentará las dudas que ya
existen respecto a su capacidad y/o voluntad para corregir el rumbo.
Un test importante cuyo cumplimiento se
da por descontado es el objetivo fiscal del 2018, del 3,2% del PBI, que no
requerirá un esfuerzo menor de parte de las autoridades, habida cuenta que este
año no se contará con los ingresos del blanqueo de capitales, que el año pasado
representaron aproximadamente un 1% del PBI. Pero, ¿alcanza con esto? Es loable
pero, a los ojos de la Historia, puede terminar resultando insuficiente.
A pesar de los amagues, el atraso
cambiario claramente se mantendrá en este 2018. Con una meta de inflación que
sigue siendo exigente y con correcciones tarifarias que continuarán a lo largo
del año, se puede aspirar apenas a que el dólar le empate al aumento de los
precios, extendiendo la agonía de un sector externo que en 2017 preocupó a
propios y extraños.
Por eso, en estas últimas semanas el
Gobierno está midiendo sus fuerzas para encarar tal vez la batalla más
importante del 2018: la reforma laboral. Un avance claro en este ámbito puede
devolverles a las empresas argentinas que compiten con el mundo al menos una parte
del oxígeno que el atraso cambiario les está quitando. Los sindicalistas ya están mostrando los dientes, a juzgar por las declaraciones
que hizo hace pocos días Luis Barrionuevo: “A los sindicatos los atacaron los militares,
Alfonsín y De la Rúa y no terminaron su mandato”, advirtió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario