El
dólar comenzó el año con una marcha errática, cayendo en las primeras semanas
por debajo del extremo inferior de la banda cambiaria pero pegando luego
algunos saltos bruscos a partir de mediados de febrero. Y si bien estas subas
pueden ser vistas con algo de preocupación, porque pueden volcar al electorado hacia
el populismo, también generan la esperanza de que después de varios años
finalmente se va a dejar de lado el atraso cambiario como un componente central
del repertorio oficialista para intentar imponerse en las elecciones.
Si
uno repasa, por ejemplo, los años electorales desde el 2011 hasta ahora, en
todos el dólar perdió frente a la inflación, si no a lo largo de todo el año al
menos desde el inicio hasta la fecha de los comicios. Y lo que tornó más grave
esta práctica es que en todos los casos, con la excepción del 2011, se partió
de un peso ya de por si sobrevaluado al inicio del año.
En
este 2019, por primera vez desde el 2010, el dólar se encuentra en un nivel que
brinda oportunidades a aquellos que quieren exportar o desean competir con las
importaciones y sería una excelente señal que la paridad real se mantenga a
pesar de los beneficios que puede ofrecer en términos electorales atrasar la
moneda.
Los
resultados de la corrección del tipo de cambio se vienen observando con
claridad en los saldos comerciales que difunde mes a mes el Indec. En
septiembre se registró el primer superávit comercial tras 20 meses consecutivos
de déficit y desde entonces la balanza se viene mostrando positiva. En
diciembre se alcanzó un excedente de 1.369 millones de dólares cuando en mayo
el saldo había sido similar pero con signo negativo. En noviembre de 2017 el
déficit había alcanzado los 1.500 millones de dólares.
En
la medida en que se mantenga un tipo de cambio real razonable y deje de verse a
esta variable como una herramienta para hacer política, las empresas van a
aprovechar las oportunidades de inversión que existen pero que se dejan de lado
por el temor a que el gobierno de turno o el que venga después tomen medidas
que modifiquen esos precios relativos hoy favorables para el desarrollo de las
mismas. Y, de esta manera, la economía va a empezar a salir del estancamiento
en el que se encuentra inmersa desde el 2012. Desde ya, para que el crecimiento
sea vigoroso, se requieren otros incentivos pero éste puede ser un comienzo.
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