El primer día de abril el Banco Central
tomó la decisión de garantizar una tasa de política monetaria mínima del 62,5%
para todo el mes. El día anterior se habían incrementado los límites que tienen
los bancos para invertir en Leliq, con el objetivo de acercar más el
rendimiento de los plazos fijos a la tasa de referencia, una medida que en la
primera semana de vigencia hizo que esa brecha se redujera en casi 6 puntos
porcentuales.
Sin lugar a dudas, el creciente rigor monetario
es cuestionable. No solo una tasa de interés real del 0,5% mensual y subiendo para
un plazo fijo mayorista tomando la inflación esperada de abril, y mayor aun si
tomamos la esperada para los próximos meses, es elevada y atenta contra el
desarrollo normal de la actividad económica sino también multiplica peligrosamente
el stock de Leliq, que ya llegó a superar el billón de pesos durante algunos
días de marzo.
Sin embargo, ¿se puede juzgar al Gobierno por intentar
defender con una tasa de interés excesiva una paridad cambiaria que no se
encuentra alejada de la que muy posiblemente habría si los políticos de la
oposición no amenazaran con un nuevo cambio de rumbo económico luego de las
elecciones? ¿Porque este gobierno debería pagar el costo de una devaluación del
peso que podría atribuirse más a las manifestaciones de la oposición que a su
propio programa económico?
Es decir, hay buenas razones para
considerar a la elevada tasa de interés real vigente el costo que todos los
argentinos tenemos que pagar por tener una clase política que permite dar
rienda suelta a cualquier tipo de especulaciones respecto al futuro de la
economía. ¿Quién no se puede ver tentado a dolarizar sus ahorros cuando uno de
los referentes económicos de uno de los principales candidatos presidenciales
manifiesta públicamente que en caso de llegar al gobierno en diciembre se
reimplantará el cepo cambiario? ¿Qué empresa puede poner en marcha una
inversión productiva, no importa lo rentable que ésta pueda ser hoy, si a
partir de diciembre se pueden restablecer las restricciones a las importaciones
o sumar nuevos impuestos a las exportaciones, cambiando completamente la
ecuación de esa inversión?
Se podría concluir, por lo tanto, que si
la administración actual bajara la tasa de interés y dejara que el dólar se
dispare hasta el extremo de la banda cambiaria o más allá se estaría inmolando
y estaría permitiendo que actores políticos con igual o mayor responsabilidad
sobre la situación económica actual lleguen al poder.
Si pretendemos que el país alguna vez
pueda desarrollar el potencial largamente declamado y deje de retroceder en su
posicionamiento relativo en el mundo, los argentinos debemos reclamar de una
vez por todas que nuestros representantes políticos se pongan de acuerdo respecto
a ciertos lineamientos básicos que permitan a los agentes económicos planificar
y desarrollar sus proyectos de inversión sin tener que temer que en cualquier
momento cambien las reglas de juego y volcar sus ahorros hacia esos proyectos
sin tener que tomar resguardo contra la posibilidad de que los mismos sean
pulverizados por la inflación o directamente expropiados por el gobierno de
turno.
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