El
contexto externo con el que iniciará su gestión la próxima administración, en
particular en lo que tiene que ver con los términos del intercambio, es decir
la relación entre los precios de los bienes que exportamos y los que
importamos, nos lleva a asociarla
más con el gobierno de Carlos Menem en la década del ´90 que con el resto de
las gestiones justicialistas que se registraron en la historia argentina - Perón
(1946/55), Cámpora/Perón/Martínez de Perón (1973/76) y Kirchner/Fernández de
Kirchner (2003/15). De mantenerse en los niveles actuales los precios
internacionales, el próximo gobierno no podrá impulsar el crecimiento de la
economía promoviendo un aumento de los salarios reales y una expansión del
gasto público como lo hicieron estos últimos.
Por
lo tanto, las posibilidades de
crecimiento de la Argentina durante el mandato de Alberto Fernández van a
depender de que logre continuar con el proceso de recuperación de las
exportaciones que se inició en estos últimos 4 años, consolidando la mejora de
la rentabilidad del sector y planteando un marco de previsibilidad convincente,
algo en lo que resultó especialmente exitoso el mandatario riojano, en cuya
administración las exportaciones crecieron un 143%.
Sin embargo, ¿resulta claro que el próximo
presidente va a elegir este camino, que es el que ofrece las mejores
perspectivas para que la economía argentina reinicie su marcha tras 8 años de
estancamiento? Ciertamente, no. Es que, así como se encuentran similitudes entre
el contexto que enfrenta el peronismo hoy con el que enfrentó en los ´90,
también las hay con el peronismo de los ´70, en particular, tras la muerte de
Juan Domingo Perón en julio de 1974. Al igual que entonces, en la próxima
administración el poder estará atomizado entre diversas facciones. Claramente,
no habrá un líder indiscutido y carismático con la capacidad para disciplinar a
la tropa peronista. En estas condiciones a Fernández le puede resultar
sumamente dificultoso imponer los costos que diversos sectores de la sociedad
deberán aceptar para estabilizar los precios relativos y poner a la economía en
movimiento.
De
todos modos, más allá de cualquier especulación, la próxima administración
contará con una importante ventaja respecto a la que se está yendo. Desde el
inicio del actual mandato resultaba claro que, aun si se tomaba las mejores
decisiones y se lograba generar las condiciones óptimas para el despegue de la
inversión privada, el nivel de apoyo que Cristina Fernández de Kirchner conservaba
en un segmento significativo de la población mantenía abierta la posibilidad de
un regreso del kirchnerismo al poder y de un cambio en esas condiciones. Esto
actuaba como un factor disuasivo para la realización de inversiones que, muy
posiblemente, en otro marco político se habrían llevado adelante.
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