Más que nunca, el acontecer económico del 2013 estará
plenamente regido por lo que suceda en el terreno político. El kirchnerismo
define su futuro y la economía será rehén de este hecho. Muy probablemente, en la
medida en que las encuestas no brinden los resultados esperados, el Gobierno
acelerará el crecimiento del gasto público a los efectos de modificar el humor
popular, con las consecuencias que esto puede tener sobre la inflación.
De todos modos, el kirchnerismo ya no encontrará en la
economía una aliada tan dócil y bien dispuesta. Así como en el 2010 y el 2011
pudo lograr un importante crecimiento de la actividad sin un incremento sensible
de los precios sobre los salarios, es de prever que en las condiciones actuales
alcanzar niveles de crecimiento semejantes tendría un costo mucho más alto en
términos de caída del salario real. Esto se debe a que en ese se entonces se
partió de una caída de la actividad de más del 3% y una tasa de desempleo del
8.7% en el 2009, que brindaron un margen mucho mayor para el aumento en el
nivel de actividad que el que existe hoy en día. Las estimaciones más
pesimistas sitúan al crecimiento del 2012 en torno al 0.5% y el nivel de
desempleo es del 7.6%. Por otra parte, el hecho de que la inversión se haya
derrumbado el año pasado también le pone un límite a las posibilidades de
expansión. Por lo tanto, el Gobierno podría encontrar que los puntos que
recupera en las encuestas como consecuencia del mayor movimiento económico se esfuman
como resultado de los efectos de la inflación sobre el poder adquisitivo de los
salarios de los trabajadores.
Pero tal vez, el interrogante económico más importante a
develar en el 2013 tiene que ver con las consecuencias que podría tener una
eventual derrota del kirchnerismo, entendida como que no logra imponer por
ninguno de los mecanismos disponibles la posibilidad de la relección de
Cristina Fernández de Kirchner para el 2015.
Si acepta su derrota y admite la transición, el 2014 y el
2015 podrían ser años de normalización económica. Las fuerzas políticas con
chances electorales tendrían entonces buenos motivos para utilizar ese período
para poner en orden la economía sin cargar con los costos políticos que esto
pudiera involucrar y podrían participar en alguna clase de acuerdo que
viabilice el proceso.
Pero la derrota también podría impulsar al kirchnerismo a buscar
por todos los medios posibles el debilitamiento de las alternativas políticas y
la instalación de un candidato propio, con efectos inciertos sobre la economía.
En un contexto de alta incertidumbre política y de gran dependencia del
Gobierno del desempeño económico, un recrudecimiento de la inflación sería
altamente probable.
Afortunadamente, todos podemos ser protagonistas de lo que
suceda y forjar en forma conjunta nuestro destino. El proceso electoral del
2013 nos da la posibilidad de manifestar cuál es el país que queremos y cuáles
son nuestras prioridades y si el mensaje es lo suficientemente claro,
seguramente no será ignorado.
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