martes, 16 de abril de 2013

¿La economía que nos merecemos?



Los meses siguen pasando y el Gobierno continúa evadiendo los crecientes problemas que aquejan a la economía argentina. La inflación permanece en torno al 25% anual, el crecimiento económico ha quedado reducido a su mínima expresión, el superávit comercial acumuló una reducción del 57% en el primer bimestre y las reservas internacionales del Banco Central ya cayeron en lo que va del año lo mismo que en todo el 2012.

Sin embargo, hay que destacar que éste no es el primer gobierno que hace caso omiso de los crecientes problemas económicos, al menos si nos limitamos al período democrático ininterrumpido que venimos atravesando desde 1983. Tanto Raúl Alfonsín como Carlos Menem y Fernando de la Rúa demoraron en sus respectivos momentos las soluciones de fondo que el contexto exigía y fueron responsables de las tremendas crisis de 1989 y 2002 que dejaron una huella imborrable en la memoria de los argentinos.

Teniendo en cuenta esto, podemos aventurar que el desmanejo económico de las últimas 3 décadas no responde exclusivamente a la incapacidad o mala predisposición de los distintos gobiernos de turno. Hay en el fondo también una sociedad excesivamente individualista en la que los ciudadanos sólo reaccionan cuando se ve afectado su propio bolsillo. Una sociedad que juzga a sus líderes por los logros del pasado y no los errores del presente. Una sociedad que siempre corre detrás de los hechos en lugar de anticiparse a ellos. Es indiscutible que si una mayoría clara de la población quisiera algo distinto, el Gobierno se manejaría de otra manera.

Sin duda, hay un gran parte de la población que está en desacuerdo con la gestión económica. El problema es que entra en el juego ideológico que plantea el Gobierno. En el marco de una sociedad enfrentada, las partes pierden la capacidad para realizar un análisis objetivo de la realidad. Y, en este contexto, los partidarios del Gobierno aceptan como una verdad inapelable que el aumento de los precios es culpa de los empresarios, la suba del dólar, de los especuladores y la caída de las reservas, de los productores agropecuarios que retienen sus cosechas.

Y el Gobierno va quedando atrapado en su propia retórica, tal vez hasta creyéndola. Si la culpa de la inflación la tienen los empresarios entonces la mejor manera de combatirla es congelando los precios. Si la culpa de la suba del dólar la tienen los especuladores entonces hay que reprimir por todos los medios posibles la actividad del mercado cambiario. Y si la culpa de la caída de las reservas la tienen los productores agropecuarios posiblemente en cualquier momento decidan (ya lo tuvieron que desmentir) obligarlos a vender sus cosechas.

Es desalentador pensar que la historia nos condena, que en los últimos 30 años hemos preferido juntar los fragmentos que quedaron tras el estallido de la bomba (la hiperinflación en 1989 y el default en el 2002) que desactivarla cuando todavía había tiempo para ello.

Pero, no hay que dejar de soñar. El pueblo argentino puede aprender de sus errores y está al alcance de todos nosotros hacer que esto suceda. Todos podemos contribuir desde los distintos lugares que ocupamos en la sociedad. Hay que difundir y apoyar las ideas claras y bienintencionadas orientadas a la construcción de un país distinto. Y, más que nada, hay que dejar de ver a aquel que no piensa como nosotros como si fuera un enemigo: es alguien de quien podemos aprender y con quien podemos llegar a ponernos de acuerdo. De lo contrario, tendremos que hacernos cargo de que tenemos la economía que nos merecemos.



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