Resulta claro a esta altura del año que el Gobierno eligió
una vez más dejar fuera de sus prioridades la solución del problema de la
inflación. Y tampoco parece que vaya a sorprendernos con un plan
antiinflacionario luego de las elecciones. Por este motivo, es importante que a
la hora de decidir su voto en los próximos comicios no piense exclusivamente en
los beneficios que ha obtenido en los últimos años o en su situación particular
hoy sino en cómo puede llegar a empeorar la capacidad de compra de su salario
si el Gobierno continúa evadiendo el problema de la inflación.
Para que crezca el poder adquisitivo del salario a lo largo
del tiempo en un contexto de pleno empleo, la creación de nuevos puestos de
trabajo por parte del sector productivo debe ser mayor que la cantidad de
trabajadores que se incorporan al mercado laboral. Y para que esto suceda, debe
haber un nivel de inversión suficiente, ya que es a través de ésta que se
generan nuevos puestos de trabajo. La inflación desalienta la inversión. Esto
se debe a que, cuando hay inflación, las relaciones entre los precios
relevantes para aquel que decide si invertir su dinero o no en una actividad
productiva son completamente inciertas. Algo que es rentable hoy puede no serlo
en absoluto mañana, por ejemplo, porque los precios de los insumos o los
salarios pueden aumentar más que el precio del bien o servicio que se pretende
producir. Por lo tanto, es de esperar que en un contexto inflacionario el
salario real tienda a caer.
La historia económica argentina brinda evidencia clara en
este sentido. Si uno observa las últimas 7 décadas, en todas aquellas en las
que la inflación promedio se encontró por encima del 30% anual, los salarios
reales cayeron. El salario real subió en las décadas del ´40, ´60 y entre el
2000 y el 2009. Por el contrario, cayó en las del ´50, ´70, ´80 y ´90. Esta última
es la única década en la que no se cumplió el patrón. Con una inflación
promedio del 3,7% entre 1992 y 1999, los salarios reales cayeron un 0,4%
promedio.
Para entender lo sucedido en la década del ´90, hay que
introducir un segundo elemento que tiene incidencia en el salario real, que es
el tipo de cambio real. Esta variable determina básicamente cuál es el costo relativo
de producir localmente un bien o servicio que se puede comercializar
internacionalmente. Mientras más alto es el tipo de cambio real, más
conveniente resulta producir esos bienes o servicios en la Argentina en relación a
otros países y hay un mayor potencial para la creación de empleo en nuestro
país. En los períodos en los que creció el salario real, una inflación menor al
30% coexistió con un tipo de cambio real promedio superior a 3,40 pesos por
dólar, tomando como año de referencia el 2009.
En los años ´90, si bien la inflación fue baja el tipo de
cambio real también fue bajo en términos históricos (promedió 2,20 pesos por
dólar) y, además, a esto se sumó una reducción de la protección arancelaria de
la industria. Esta combinación destruyó una gran cantidad de puestos de trabajo
en ese sector y, además, desalentó la inversión en las actividades productivas
que compiten con las importaciones y en el sector exportador. Esto hizo que la
creación de puestos de trabajo no fuera suficiente para absorber a los nuevos
trabajadores que se incorporaron al mercado laboral a lo largo del período, lo
que tuvo como consecuencia un creciente desempleo y una presión a la baja de
los salarios reales.
En lo que va de esta década, la inflación promedia un 24,5%.
A su vez, el tipo de cambio real promedia 3 pesos por dólar y viene cayendo
(cerró el 2012 en 2,70 pesos por dólar) como consecuencia de que la inflación
invariablemente, año a año, supera al incremento en el valor del dólar oficial.
Por lo tanto, en la actualidad la inflación se encuentra por debajo del 30%, el
nivel máximo que históricamente ha coincidido con un salario real creciente,
pero el tipo de cambio se encuentra debajo de 3,40 pesos por dólar, el nivel
promedio mínimo que se registró durante los períodos en los que se incrementó
el salario real.
Si no se aplica un plan antiinflacionario, en algún momento
en los próximos años, éste o el próximo gobierno se verá obligado a realizar
una brusca devaluación, que provocará un salto en la inflación. Esto significa
que, de no mediar una política antiinflacionaria, le resultará difícil a las
autoridades mantener la inflación en torno a los niveles actuales. Y si lo
lograran sería a costa de mantener o bajar aun más el tipo de cambio real. Es
decir que, de un modo u otro, si se continúa evadiendo el problema de la
inflación, la economía va a quedar en una situación similar a la que a lo largo
de su historia resultó en una caída del salario real: una inflación promedio
por encima del 30% o un tipo de cambio real promedio inferior a 3,40 pesos por
dólar.
En definitiva, se debe tener en claro que la elección entre
una economía con inflación o sin ella no es un debate ideológico, que involucra
solamente a los economistas. El tratamiento que se le dé a la inflación va a
tener un impacto inevitable en su bolsillo. En los últimos años, este impacto
se pudo evitar por distintos motivos pero el margen para que esto siga
sucediendo se está acabando. En octubre, estará en sus manos intentar impedir
que en los próximos años la capacidad de compra de su salario caiga nuevamente
por un tobogán.
Nota: Los datos estadísticos fueron elaborados en base
a “Dos siglos de economía argentina 1810-2010”, Orlando Ferreres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario