domingo, 5 de mayo de 2013

Brecha cambiaria: sin motivos para la sorpresa





Mientras muchos miran con gran sorpresa e intranquilidad la loca carrera del dólar en el mercado informal, podemos hacer una pausa y revisar nuestra rica historia económica para encontrar motivos de sosiego o preocuparnos aun más.

Es que no es la primera vez que el valor del dólar paralelo, libre o, mejor dicho en la actualidad por su carácter ilegal, informal o blue, duplica al del dólar oficial o aquel que el Banco Central le reconoce a los exportadores al momento de liquidar sus ventas al exterior. Fue en 1948 cuando se dio por primera vez este hecho, con una brecha cambiaria del 108%. En los años siguientes la brecha se fue ampliando y, durante el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, en 1954, alcanzó un máximo del 406%. El gobierno militar que lo sucedió intentó cerrar la brecha sin demasiado éxito. Esta llegó a bajar al 97% para volver a ampliarse en los años subsiguientes. Fue recién durante el gobierno de Arturo Frondizi, en 1959, que se unificó finalmente el mercado cambiario. La situación se repitió años más tarde. En 1972 el valor del dólar libre se disparó nuevamente en relación al dólar oficial, más que duplicándolo. Al igual que lo que había sucedido dos décadas atrás, la brecha cambiaria se amplió y alcanzó un máximo del 226% en 1974, durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón. El mercado cambiario volvió a ser unificado en 1977 y a desdoblarse desde 1982 hasta 1989, si bien en este último período la brecha nunca alcanzó el 100%.

La observación de los datos históricos y de lo que sucedió, durante los períodos en los cuales la brecha cambiaria fue superior al 100%, con la economía y algunos de los aspectos más relevantes de ella para el ciudadano común (el nivel de actividad económica y el salario real, es decir la capacidad de compra de bienes y servicios del salario vigente en un momento dado) brinda tanto motivos para la tranquilidad como para la inquietud.

Por un lado, la llegada de la brecha cambiaria al 100% en ninguno de los dos casos desembocó inmediatamente en un colapso económico. Por el contrario, la ampliación posterior de la brecha convivió con un período de crecimiento económico e, incluso, de mejoras en el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores. Entre 1948 y 1959, la economía creció en todos los años, excepto en 1949 y 1952, y el salario real cayó entre 1949 y 1952 para recuperarse desde entonces y alcanzar el máximo del período en 1958. Entre 1972 y 1974 la economía creció entre el 2.08% y el 5.41% y el salario real no sólo se incrementó en estos 3 años sino que en 1974 alcanzó el máximo histórico de acuerdo a la serie de salario real industrial consultada*. Es decir, si nos guiamos por lo que sucedió en el pasado, podemos encontrar algo de calma en la perspectiva de que el abismo no estaría a la vuelta de la esquina.

Sin embargo, por otro lado, los crecientes desequilibrios de la balanza de pagos que se registraron en ambos períodos, con un superávit comercial decreciente y una pérdida de reservas internacionales por parte del Banco Central, terminaron obligando a las autoridades de turno a aplicar fuertes correcciones en el dólar oficial, que provocaron bruscas caídas en el nivel de actividad y el salario real e importantes saltos en la tasa de inflación. En 1959, el dólar oficial aumentó un 348% provocando una caída del 6.46% en la economía, de más del 25% en el salario real e impulsando la inflación al nivel más alto de la historia hasta ese momento, del 102% anual. En 1975, el dólar oficial se incrementó un 720%, la actividad económica se retrajo un 1.4%, el salario real cayó un 37% entre ese año y el siguiente y la inflación alcanzó nuevamente el nivel más alto hasta entonces de la historia, del 335%.

En definitiva, los 2 períodos tuvieron un desenlace traumático, en particular por la violenta caída en la capacidad de compra de los salarios. Una situación angustiante que seguramente se vio agravada por el contexto de alta incertidumbre provocado por el desborde de los precios, en cada caso de una magnitud inédita.

La historia no necesariamente se repite pero si podemos aprender algo de ella es que lamentablemente los finales de estas novelas siempre fueron tristes. Para qué entonces ver la película hasta el final si nos podemos ahorrar el mal momento apagándola a tiempo.


* Dos siglos de economía argentina 1810-2010, Orlando Ferreres.

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