Mientras muchos miran con gran sorpresa e intranquilidad la
loca carrera del dólar en el mercado informal, podemos hacer una pausa y revisar
nuestra rica historia económica para encontrar motivos de sosiego o
preocuparnos aun más.
Es que no es la primera vez que el valor del dólar paralelo,
libre o, mejor dicho en la actualidad por su carácter ilegal, informal o blue,
duplica al del dólar oficial o aquel que el Banco Central le reconoce a los exportadores
al momento de liquidar sus ventas al exterior. Fue en 1948 cuando se dio por
primera vez este hecho, con una brecha cambiaria del 108%. En los años
siguientes la brecha se fue ampliando y, durante el segundo gobierno de Juan
Domingo Perón, en 1954, alcanzó un máximo del 406%. El gobierno militar que lo
sucedió intentó cerrar la brecha sin demasiado éxito. Esta llegó a bajar al 97%
para volver a ampliarse en los años subsiguientes. Fue recién durante el
gobierno de Arturo Frondizi, en 1959, que se unificó finalmente el mercado
cambiario. La situación se repitió años más tarde. En 1972 el valor del dólar
libre se disparó nuevamente en relación al dólar oficial, más que duplicándolo.
Al igual que lo que había sucedido dos décadas atrás, la brecha cambiaria se
amplió y alcanzó un máximo del 226% en 1974, durante el gobierno de Isabel
Martínez de Perón. El mercado cambiario volvió a ser unificado en 1977 y a
desdoblarse desde 1982 hasta 1989, si bien en este último período la brecha
nunca alcanzó el 100%.
La observación de los datos históricos y de lo que sucedió, durante
los períodos en los cuales la brecha cambiaria fue superior al 100%, con la
economía y algunos de los aspectos más relevantes de ella para el ciudadano
común (el nivel de actividad económica y el salario real, es decir la capacidad
de compra de bienes y servicios del salario vigente en un momento dado) brinda
tanto motivos para la tranquilidad como para la inquietud.
Por un lado, la llegada de la brecha cambiaria al 100% en
ninguno de los dos casos desembocó inmediatamente en un colapso económico. Por
el contrario, la ampliación posterior de la brecha convivió con un período de
crecimiento económico e, incluso, de mejoras en el poder adquisitivo de los
ingresos de los trabajadores. Entre 1948 y 1959, la economía creció en todos
los años, excepto en 1949 y 1952, y el salario real cayó entre 1949 y 1952 para
recuperarse desde entonces y alcanzar el máximo del período en 1958. Entre 1972
y 1974 la economía creció entre el 2.08% y el 5.41% y el salario real no sólo se
incrementó en estos 3 años sino que en 1974 alcanzó el máximo histórico de
acuerdo a la serie de salario real industrial consultada*. Es decir, si nos
guiamos por lo que sucedió en el pasado, podemos encontrar algo de calma en la
perspectiva de que el abismo no estaría a la vuelta de la esquina.
Sin embargo, por otro lado, los crecientes desequilibrios de
la balanza de pagos que se registraron en ambos períodos, con un superávit
comercial decreciente y una pérdida de reservas internacionales por parte del
Banco Central, terminaron obligando a las autoridades de turno a aplicar
fuertes correcciones en el dólar oficial, que provocaron bruscas caídas en el
nivel de actividad y el salario real e importantes saltos en la tasa de
inflación. En 1959, el dólar oficial aumentó un 348% provocando una caída del
6.46% en la economía, de más del 25% en el salario real e impulsando la
inflación al nivel más alto de la historia hasta ese momento, del 102% anual. En
1975, el dólar oficial se incrementó un 720%, la actividad económica se retrajo
un 1.4%, el salario real cayó un 37% entre ese año y el siguiente y la
inflación alcanzó nuevamente el nivel más alto hasta entonces de la historia,
del 335%.
En definitiva, los 2 períodos tuvieron un desenlace
traumático, en particular por la violenta caída en la capacidad de compra de
los salarios. Una situación angustiante que seguramente se vio agravada por el
contexto de alta incertidumbre provocado por el desborde de los precios, en
cada caso de una magnitud inédita.
La historia no necesariamente se repite pero si podemos
aprender algo de ella es que lamentablemente los finales de estas novelas
siempre fueron tristes. Para qué entonces ver la película hasta el final si nos
podemos ahorrar el mal momento apagándola a tiempo.
* Dos siglos
de economía argentina 1810-2010, Orlando Ferreres.
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