Comenzando
con la huelga general convocada para el 10 de abril por Hugo Moyano y Luis
Barrionuevo, en estos próximos meses seguramente veremos un gran
aprovechamiento político por parte de los representantes de los distintos
sectores de la oposición de la necesidad del Gobierno de avanzar en el ajuste
de la economía. Y lo que todos deben tener claro es que todo aquel político que
diga que este ajuste se puede o se debe evitar les está mintiendo.
El
principal problema que enfrenta la economía es la inflación. Esta ha llegado a
un nivel excesivamente elevado, que compromete seriamente las posibilidades de
crecimiento para los próximos años y requiere una solución urgente. Y el primer
paso que se debe dar, dentro de una larga serie de medidas, para comenzar a
resolver este tema es que el Gobierno deje de financiarse con la impresión de
dinero por parte del Banco Central. Parte de este objetivo se puede lograr
consiguiendo financiamiento privado, tanto local como internacional, pero con
certeza se deberá “ajustar” la tasa de crecimiento que el gasto público viene
mostrando en los últimos años.
Pero
a la vez, al problema inflacionario en los últimos años se le sumó el de la
balanza de pagos, que es donde ha puesto el foco el Gobierno con la mayoría de
las medidas que viene tomando desde el cambio del equipo económico en
noviembre. En el 2013 el país registró un déficit en cuenta corriente de 13.000
millones de dólares que prácticamente explica toda la caída en las reservas internacionales
que sufrió el Banco Central a lo largo del año. De los 13.000 millones, 7.600
millones surgieron del exceso de gasto de los argentinos en el intercambio de
bienes y servicios con el exterior. El resto se relaciona con la posición
deudora del país en el concierto de las naciones que, como tal, debe pagar
anualmente intereses a sus acreedores externos y utilidades a las empresas
extranjeras localizadas en el país. La cifra puede haberse visto agravada por el
atesoramiento de mercadería por parte de los exportadores y el adelanto de
compras por parte de los importadores, especulando con la devaluación que
finalmente se produjo a finales de enero, pero sea como fuere es insoslayable
para cualquier observador y debe ser enfrentada.
Dar
cuenta de este problema exige reducir el gasto total de los argentinos en
bienes y servicios, es decir un “ajuste” en el nivel de consumo de la población.
Como sociedad, debemos gastar menos en la compra de bienes extranjeros y en
viajes al exterior y transferir recursos humanos y de capital desde la
producción de servicios para el mercado interno hacia la producción de bienes y
servicios que sustituyan importaciones o puedan intercambiarse con el resto del
mundo.
La
resolución de estos problemas es inevitable. Si no se lo encara en forma
voluntaria, el ajuste se va a provocar en forma involuntaria y caótica, como ya
sucedió en otros momentos de la historia argentina. Por ejemplo, si no se
contiene el gasto público y el Banco Central sigue emitiendo dinero para
financiarlo, la inflación invariablemente le va a ganar a los salarios y el
poder de compra de éstos va a disminuir a lo largo del tiempo. Asimismo, si no
se logra aumentar la competitividad de los exportadores y de los sectores que
compiten con las importaciones y no se morigera el crecimiento en el consumo
que se registró en los últimos años, las reservas del Banco Central tarde o
temprano se van a agotar y se va a producir una devaluación mucho más brusca
que la de enero, que va a cercenar los ingresos de todos los argentinos de un
plumazo.
Los
dirigentes de la oposición pueden señalar que la situación actual es el
producto de la decisión del Gobierno de expandir el consumo de la población más
allá de sus posibilidades en los últimos 8 o 9 años y que, por lo tanto, éste es
el único responsable del ajuste. También pueden proponer alternativas para que
los esfuerzos que deben realizarse se distribuyan de la manera más equitativa
posible y que no haya sectores que se beneficien de manera indebida con los cambios
que se lleven a cabo. Lo que no pueden hacer bajo ninguna circunstancia es negar
la necesidad del ajuste.
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