Los
valores que alcanzó el dólar paralelo en sus distintas variantes (contado con
liquidación, bolsa, blue) en los últimos días parecen revelar un frenesí
cortoplacista que no se detiene a considerar el futuro con la suficiente
reflexión.
Estamos
a pocos meses de lo que parece ser el fin de una etapa política y lo que viene
después puede entrañar importantes cambios en lo económico. Claramente, quien
compre dólares hoy para guardarlos debajo del colchón o en una caja de
seguridad por los próximos 2 años o más, debe analizar cuáles son sus
expectativas respecto al proceso político que se puede iniciar en diciembre del
2015.
Aquellos
que esperan una normalización económica a partir de entonces, con un acuerdo
con los holdouts, un levantamiento del cepo cambiario y un plan económico que
apunte a reducir la inflación, pueden apostar a obtener un mejor rendimiento
para sus ahorros colocándolos en un plazo fijo en pesos en un banco de primera
línea que comprando dólares en el mercado paralelo a los valores que se
registraron en los últimos días.
La
ecuación es sencilla: si, por ejemplo, esperamos una inflación del 40% para
este año, del 40% para el 2015 y del 25% para el 2016, sería razonable prever
un dólar que no supere los 17,80 pesos a finales de 2016. En un escenario con
ingreso de capitales y acceso al financiamiento externo, que es altamente
probable con un nuevo gobierno, incluso podría esperarse un dólar por debajo de
esos niveles. Hoy se puede conseguir una tasa de interés del 21,5% anual en
pesos en un banco de primera línea del mercado local, lo que implica que para
superar el rendimiento de un plazo fijo en los próximos dos años, habría que
comprar dólares por debajo de 12 pesos. Comprar dólares por encima de este
valor implicaría, de verificarse el escenario propuesto, una pérdida de dinero.
Hay que incluir supuestos de inflación más elevados para los 3 años
considerados para que los depósitos en pesos en el sistema bancario sean menos
atractivos que el dólar paralelo a los valores que éste mostró en los últimos cierres.
Indudablemente
la Argentina es un país imprevisible en el que cualquier cosa puede suceder
pero quienes confían en que el próximo gobierno será portador de una mayor
racionalidad económica, tendrá una actitud más amigable hacia los mercados y,
antes que cualquier otra cosa, aprovechará el crédito inicial que toda nueva
etapa política brinda para buscar capitalizar las enormes oportunidades que la
economía argentina presenta, no deben caer en el frenesí comprador que cada
tanto despierta la moneda americana, a veces motivado por errores del Gobierno
pero otras por la visión cortoplacista de muchos argentinos.
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