Ya parece inevitable que el default en el que ingresó
nuestro país se extienda hasta el año que viene. Aun si finalmente los bancos
internacionales le compraran los bonos impagos a los fondos buitre, en cualquier
momento el resto de los holdouts podría obtener un fallo favorable del juez
Thomas Griesa que prolongara el impasse.
El
Gobierno pareció confirmar esta perspectiva días atrás, al anunciar un conjunto
de medidas con las que pretende enfrentar los efectos que tendrá sobre la
economía la falta de acuerdo. El propio discurso de Cristina Fernández de
Kirchner, al realizar estos anuncios, estuvo claramente dirigido a disuadir a
la población de ceder a las inclinaciones que provoca el default: consumir menos
y demandar más dólares. Se busca mantener a la economía en movimiento con los
limitados recursos con los que se cuenta.
En
estos meses, el equipo económico deberá preservar un delicado equilibrio. En la
medida en que aumente la actividad económica, con el incremento del gasto
público y la expansión del crédito, se generará presión sobre el mercado
cambiario, al subir la demanda de importaciones, tanto de bienes finales como
de insumos para la producción local. Y una baja en las tasas de interés, como la
que se aplicó en los últimos días a las Lebac, también puede provocar presión
en ese sentido al incentivar a los ahorristas a volcarse a la compra de
dólares. Y si las reservas empiezan a caer como consecuencia de estos factores,
se puede entrar rápidamente en una situación como la de finales del año pasado.
En el mejor trimestre del año en este aspecto, por la liquidación de la cosecha
de soja, el Banco Central sumó apenas poco más de 2.000 millones de dólares a
las reservas. Claramente, los próximos 5 meses muestran un margen
extremadamente acotado, en un contexto social que va ir adquiriendo mayor
sensibilidad con la cercanía de las fiestas de fin de año.
Sin
embargo, lo que aparenta ser un panorama desalentador, ante una mirada más
profunda, no es tal cosa. Si el Gobierno hubiera llegado a un acuerdo con los
holdouts y ampliado su acceso a los mercados de capitales, se enfrentaría con
menos restricciones para expandir el gasto público y bajar las tasas de interés
a los efectos de mejorar la situación de la economía. Pero, con el poco
tiempo que le queda y los problemas de credibilidad que afronta, difícilmente realizaría
un cambio profundo en el esquema económico que pusiera en marcha un proceso de
crecimiento sostenible. Por lo tanto, a los numerosos problemas que se le están
dejando al próximo gobierno se le sumaría un mayor endeudamiento público, un
área en la que hasta el momento, y poniendo a un lado las objeciones que pueden
hacerse, el kirchnerismo está entregando una buena herencia.
Es
decir, como están las cosas, el Gobierno tendrá restringido el acceso al
financiamiento, lo que lo obligará a llevar adelante una gestión más cuidadosa,
al menos por unos meses más. Y esto le dará a la próxima administración, cuando
llegue su turno, la posibilidad de poner en marcha sus políticas con un legado
menos pesado de por medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario