domingo, 28 de diciembre de 2014

Años desperdiciados

Estamos a punto de comenzar un nuevo año, que desafortunadamente no viene con los mejores augurios. Como si el país careciera de problemas, en lo que va de su segundo mandato Cristina Fernández de Kirchner decidió ignorar las numerosas señales de deterioro que la economía mostró aquí y allá y este último tramo inevitablemente no será la excepción.

A lo largo de los últimos años, el Gobierno se limitó a hacer un control de los daños generados por sus políticas. Primero, estableció el cepo cambiario para detener el frenesí de los ahorristas por refugiarse en la moneda americana ante la ausencia de alternativas que les permitieran preservar el poder de compra de su dinero en un contexto de alta inflación y atraso cambiario. Posteriormente, apeló a las fuertes restricciones a las importaciones y a la penalización impositiva del turismo para hacer frente a la escasez estructural de dólares que la deteriorada competitividad de la producción local fue provocando. Y, por último, traicionando uno de los principios más enfatizados en la última década, buscó recomponer los vínculos con el sistema financiero global para intentar aflojar todas esas restricciones que vienen asfixiando a la actividad económica. Si bien los fallos judiciales favorables a los fondos buitre obstaculizaron este último propósito, el Gobierno ha vuelto a financiarse en los mercados internacionales reiniciado el proceso de endeudamiento de la Argentina tantas veces vilipendiado.

Pero en ningún momento de los más de 3 años de gestión ha habido un intento serio por restablecer las bases del crecimiento económico que se ha perdido. De acuerdo a las estadísticas oficiales, el nivel de actividad se incrementó 0,9% en el 2012 y 2,9% en el 2013. Y, para este año, lo hará en torno al 0%, habiéndose registrado una caída interanual en 5 de los últimos 7 meses informados por el Indec. Esto es claramente insuficiente siquiera para mantener el nivel de empleo y de ingresos de la población. De hecho, las cuestionadas cifras del organismo ubicaron en el tercer trimestre del 2014 al desempleo en uno sus niveles más altos desde el inicio del mandato presidencial (7,5%) y el salario real cayó en estos 2 últimos años, en forma moderada en el 2013 y de manera más significativa en el año que está terminado.

El Gobierno seguramente apelará a todos los recursos que tenga a mano en el año electoral que se inicia para evitar que estas variables, de alto impacto político, continúen deteriorándose. Utilizará todo el financiamiento que pueda conseguir y echará mano a todas las reservas internacionales disponibles con ese fin. Pero, indudablemente, no tomará una sola medida que le alivie la tarea al próximo gobierno a los efectos de situar nuevamente a la economía argentina en la senda del crecimiento.


De este modo, se habrá perdido un año más. Un año más deslindándonos de la responsabilidad de asumir los sacrificios necesarios para formular un proyecto de país sólido y sustentable. Y esto no es gratuito. Cada año que nos demoramos en generar las condiciones para la reactivación de la inversión privada y, de este modo, el aumento de la capacidad del país para producir bienes y servicios, en el contexto de una población creciente, nos volvemos en promedio más pobres. Y, si bien el Gobierno viene logrando con relativo éxito ocultar esta realidad, utilizando el capital acumulado durante el boom de la década pasada y el financiamiento que ha comenzado a obtener en los últimos meses, tarde o temprano deberemos enfrentarnos a ella. 

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