Estamos
a punto de comenzar un nuevo año, que desafortunadamente no viene con los
mejores augurios. Como si el país careciera de problemas, en lo que va de su
segundo mandato Cristina Fernández de Kirchner decidió ignorar las numerosas
señales de deterioro que la economía mostró aquí y allá y este último tramo
inevitablemente no será la excepción.
A
lo largo de los últimos años, el Gobierno se limitó a hacer un control de los
daños generados por sus políticas. Primero, estableció el cepo cambiario para
detener el frenesí de los ahorristas por refugiarse en la moneda americana ante
la ausencia de alternativas que les permitieran preservar el poder de compra de
su dinero en un contexto de alta inflación y atraso cambiario. Posteriormente,
apeló a las fuertes restricciones a las importaciones y a la penalización
impositiva del turismo para hacer frente a la escasez estructural de dólares que
la deteriorada competitividad de la producción local fue provocando. Y, por
último, traicionando uno de los principios más enfatizados en la última década,
buscó recomponer los vínculos con el sistema financiero global para intentar
aflojar todas esas restricciones que vienen asfixiando a la actividad
económica. Si bien los fallos judiciales favorables a los fondos buitre
obstaculizaron este último propósito, el Gobierno ha vuelto a financiarse en
los mercados internacionales reiniciado el proceso de endeudamiento de la
Argentina tantas veces vilipendiado.
Pero
en ningún momento de los más de 3 años de gestión ha habido un intento serio
por restablecer las bases del crecimiento económico que se ha perdido. De
acuerdo a las estadísticas oficiales, el nivel de actividad se incrementó 0,9%
en el 2012 y 2,9% en el 2013. Y, para este año, lo hará en torno al 0%,
habiéndose registrado una caída interanual en 5 de los últimos 7 meses
informados por el Indec. Esto es claramente insuficiente siquiera para mantener
el nivel de empleo y de ingresos de la población. De hecho, las cuestionadas cifras
del organismo ubicaron en el tercer trimestre del 2014 al desempleo en uno sus
niveles más altos desde el inicio del mandato presidencial (7,5%) y el salario
real cayó en estos 2 últimos años, en forma moderada en el 2013 y de manera más
significativa en el año que está terminado.
El
Gobierno seguramente apelará a todos los recursos que tenga a mano en el año
electoral que se inicia para evitar que estas variables, de alto impacto
político, continúen deteriorándose. Utilizará todo el financiamiento que pueda
conseguir y echará mano a todas las reservas internacionales disponibles con
ese fin. Pero, indudablemente, no tomará una sola medida que le alivie la tarea
al próximo gobierno a los efectos de situar nuevamente a la economía argentina
en la senda del crecimiento.
De
este modo, se habrá perdido un año más. Un año más deslindándonos de la
responsabilidad de asumir los sacrificios necesarios para formular un proyecto
de país sólido y sustentable. Y esto no es gratuito. Cada año que nos demoramos
en generar las condiciones para la reactivación de la inversión privada y, de
este modo, el aumento de la capacidad del país para producir bienes y servicios,
en el contexto de una población creciente, nos volvemos en promedio más pobres.
Y, si bien el Gobierno viene logrando con relativo éxito ocultar esta realidad,
utilizando el capital acumulado durante el boom
de la década pasada y el financiamiento que ha comenzado a obtener en los
últimos meses, tarde o temprano deberemos enfrentarnos a ella.
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