sábado, 9 de mayo de 2015

¿Hacia un veranito económico preelectoral?

En las últimas semanas el Gobierno parece estar preparando el terreno para mejorar la situación económica y levantar el ánimo de los votantes justo a tiempo para las elecciones presidenciales.

Primero y principal, en línea con la clara asignación de prioridades que ha hecho luego del sobresalto cambiario de enero de 2014, se aseguró dotar al Banco Central con el suficiente poder de fuego para hacer frente a las crecientes necesidades de dólares que una economía con mayor movimiento va a tener. Para ello, colocó deuda en los mercados de capitales, sin reparar en los costos, y se espera que continúe apelando a esta fuente de recursos en las próximas semanas.

En segundo término, en forma demorada y sin satisfacer los reclamos sindicales, las autoridades avanzaron con la reducción del impuesto a las ganancias. Teniendo en cuenta su magnitud, se trata de una medida con efectos más políticos que económicos. Se pretende desarticular o, al menos, disputar la afirmación de los dirigentes de la oposición de que el Gobierno está “metiendo la mano en los bolsillos de los trabajadores”. De todos modos, se trata de 6 mil millones de pesos que en las próximas semanas los beneficiarios podrán volcar a la compra de bienes o servicios o a la del “dólar ahorro”.

Pero, sin lugar a dudas, el impulso más importante que recibirá la economía en los próximos meses provendrá de los aumentos salariales que oportunamente la administración se asegurará que lleguen a buen puerto. Muchos atribuyen la demora que se viene dando en las negociaciones paritarias a un inédito celo de las autoridades en relación al impacto inflacionario de incrementos salariales desmedidos pero esta hipótesis resulta poco creíble. ¿Qué beneficio recibe el Gobierno si la inflación cierra esta año más cerca del 20% que del 30%? El daño político de la alta inflación ya está hecho y no se va a revertir porque eso suceda. La demora en las paritarias bien podría perseguir el objetivo de situar las mejoras salariales lo más cerca posible de las elecciones, al mismo tiempo que se reduce el costo de divisas que van a tener.

Es que el impulso que recibirá la economía con estos aumentos, que se ubicarán en torno al 30%, se verá claramente reforzado por el dólar planchado. En los primeros 4 meses del año el valor de la moneda americana en el mercado oficial se incrementó poco más de un 4%. Excepto un cambio imprevisto en el escenario o algún error de cálculo, este ritmo devaluatorio se va a mantener, si no se aminora aun más, lo que implicará un incremento de menos del 13% para todo el año. Esto redundará en aumentos en el poder adquisitivo de los salarios, que se verán potenciados en los sectores de menores ingresos, debido a que los precios de los alimentos, que tienen un mayor peso en su canasta de consumo, subirán por debajo de la inflación. Desde ya, este incremento en el salario real empujará el consumo y aumentará la demanda de divisas para importaciones de bienes finales y de insumos para los productores locales.


Obviamente, cualquier mejora que pueda haber en los próximos meses será temporal y tendrá un costo importante en términos de endeudamiento y de la utilización de los pocos dólares que aun quedan de los abultados superávits comerciales de antaño. Quedará para el próximo gobierno la tarea de poner en marcha nuevamente un proceso de crecimiento genuino y sustentable, para lo cual indudablemente necesitará coraje, ideas y el apoyo de toda la sociedad.

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