En las últimas semanas el Gobierno parece estar preparando el
terreno para mejorar la situación económica y levantar el ánimo de los votantes
justo a tiempo para las elecciones presidenciales.
Primero y principal, en línea con la clara asignación de
prioridades que ha hecho luego del sobresalto cambiario de enero de 2014, se
aseguró dotar al Banco Central con el suficiente poder de fuego para hacer
frente a las crecientes necesidades de dólares que una economía con mayor
movimiento va a tener. Para ello, colocó deuda en los mercados de capitales,
sin reparar en los costos, y se espera que continúe apelando a esta fuente de
recursos en las próximas semanas.
En segundo término, en forma demorada y sin satisfacer los
reclamos sindicales, las autoridades avanzaron con la reducción del impuesto a
las ganancias. Teniendo en cuenta su magnitud, se trata de una medida con
efectos más políticos que económicos. Se pretende desarticular o, al menos, disputar
la afirmación de los dirigentes de la oposición de que el Gobierno está
“metiendo la mano en los bolsillos de los trabajadores”. De todos modos, se
trata de 6 mil millones de pesos que en las próximas semanas los beneficiarios podrán
volcar a la compra de bienes o servicios o a la del “dólar ahorro”.
Pero, sin lugar a dudas, el impulso más importante que
recibirá la economía en los próximos meses provendrá de los aumentos salariales
que oportunamente la administración se asegurará que lleguen a buen puerto. Muchos
atribuyen la demora que se viene dando en las negociaciones paritarias a un
inédito celo de las autoridades en relación al impacto inflacionario de
incrementos salariales desmedidos pero esta hipótesis resulta poco creíble.
¿Qué beneficio recibe el Gobierno si la inflación cierra esta año más cerca del
20% que del 30%? El daño político de la alta inflación ya está hecho y no se va
a revertir porque eso suceda. La demora en las paritarias bien podría perseguir
el objetivo de situar las mejoras salariales lo más cerca posible de las
elecciones, al mismo tiempo que se reduce el costo de divisas que van a tener.
Es que el impulso que recibirá la economía con estos aumentos,
que se ubicarán en torno al 30%, se verá claramente reforzado por el dólar planchado.
En los primeros 4 meses del año el valor de la moneda americana en el mercado
oficial se incrementó poco más de un 4%. Excepto un cambio imprevisto en el
escenario o algún error de cálculo, este ritmo devaluatorio se va a mantener,
si no se aminora aun más, lo que implicará un incremento de menos del 13% para
todo el año. Esto redundará en aumentos en el poder adquisitivo de los
salarios, que se verán potenciados en los sectores de menores ingresos, debido
a que los precios de los alimentos, que tienen un mayor peso en su canasta de
consumo, subirán por debajo de la inflación. Desde ya, este incremento en el
salario real empujará el consumo y aumentará la demanda de divisas para
importaciones de bienes finales y de insumos para los productores locales.
Obviamente, cualquier mejora que pueda haber en los próximos
meses será temporal y tendrá un costo importante en términos de endeudamiento y
de la utilización de los pocos dólares que aun quedan de los abultados
superávits comerciales de antaño. Quedará para el próximo gobierno la tarea de
poner en marcha nuevamente un proceso de crecimiento genuino y sustentable,
para lo cual indudablemente necesitará coraje, ideas y el apoyo de toda la
sociedad.
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