Con
su insistencia en no tolerar subas mayores al 28% en los salarios, exponiéndose
así a las medidas de fuerza que varios sindicatos anunciaron para los próximos días,
el Gobierno muestra una vez más cuál es su prioridad en lo que queda del
mandato: entregar la economía lo más calmada posible el 10 de diciembre y
deslindarse de la responsabilidad de cualquier medida que tomen las nuevas
autoridades que pueda afectar el bolsillo de los argentinos.
Contrariamente
a lo que algunos pensábamos, el Gobierno se está inclinando por la
tranquilidad, en lugar de propiciar una mejora del consumo y de la actividad,
que podría brindar algún rédito político pero que también entrañaría claras
amenazas económicas. Es por eso que no dio lugar a aumentos salariales mayores,
que hubieran aliviado el clima sindical, que sólo introdujo mejoras modestas en
el impuesto a las ganancias que pagan los trabajadores o que deslizó hacia
abajo con mucha timidez la tasa de interés.
El
punto clave es que mientras mayor sea el incremento en el ingreso disponible de
los consumidores en los próximos meses, mayor va a ser el aumento de la demanda
de importaciones de bienes finales y de insumos destinados a la producción
local y del dólar ahorro, que mes tras mes viene batiendo records. Y, teniendo en
cuenta que aun en este período del año que es por cuestiones estacionales el de
mayor ingreso de dólares las reservas internacionales del Banco Central están prácticamente
estancadas, mayor es la fuerza con la que éstas pueden comenzar a caer.
Y,
para evitar cualquier sobresalto, el Gobierno debe llegar al último tramo de su
mandato con las reservas suficientes para hacer frente a la dolarización de
carteras que muy probablemente se va a dar en ese momento. Es que, frente a la
opinión bastante extendida de que la próxima administración va a propiciar una
fuerte devaluación del peso, muchos de los ahorristas que en los últimos meses
se volcaron hacia los depósitos en pesos para aprovechar la quietud del dólar
(los depósitos a plazo en pesos en el sistema financiero aumentaron más del 25%
en lo que va del año) van a regresar a los activos en la moneda norteamericana
a medida que se acerque el 10 de diciembre.
En
definitiva, las autoridades económicas deben asegurarse que el aumento en el
consumo resultante de los incrementos salariales, el menor impuesto a las
ganancias, las tasas de interés más bajas u otras medidas que se pudieran tomar
no comprometa sus posibilidades de contar con el suficiente poder de fuego en
el Banco Central para contener las presiones cambiarias que pueda haber
entonces.
Esto
permite entender cómo un gobierno que durante más de una década esgrimió a la
expansión del consumo como uno de sus mayores argumentos y que no mostró la
menor moderación a la hora de incrementar los salarios, independientemente de
la capacidad de las empresas para solventarlos, ha cambiado tan abruptamente
sus consignas en estos últimos meses de su mandato, entregándose a la mayor de
las cautelas con el fin de proteger artificialmente un legado que ya hace
bastante despilfarró.
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