lunes, 20 de julio de 2015

¿Continuidad o cambio?

En una campaña electoral completamente vacía de debate sobre las políticas económicas a seguir durante los próximos 4 años, lo único que pareciera estar en juego es una disyuntiva vaga entre continuidad o cambio.

Sin embargo, lo cierto es que, tras 4 años de estancamiento económico y con el agotamiento de las reservas internacionales y del superávit comercial, la posibilidad de una continuidad de las políticas actuales durante la próxima administración es improbable, gane quien gane las elecciones presidenciales de octubre.

Hay que tener presente que en diciembre de 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner inició el actual mandato, las reservas del Banco Central se ubicaban en 46 mil millones de dólares y el superávit comercial, en torno a los 10 mil millones de dólares. Hoy, las arcas de la entidad monetaria, apuntaladas por préstamos del Banco Central de China, por los pagos de la deuda que no se pudieron realizar como consecuencia del bloqueo del juez Griesa y por otros atrasos, se ubican por debajo de los 34 mil millones de dólares. Y, en los primeros 5 meses del año, el superávit comercial apenas se acercó a los 800 millones de dólares. Es decir, al inicio del actual mandato, existía margen para que la economía se mantuviera en marcha, aun con crecientes dificultades, sin realizar cambios de fondo. Se podía utilizar el impulso del gasto público y de la expansión de la oferta de dinero, las herramientas al alcance de las autoridades, y confiar en el excedente comercial y las reservas existentes para hacer frente a las necesidades de divisas que pudieran surgir. Pero hoy ese margen es exiguo.

El gobierno que asuma puede apostar a una oportuna recuperación de los precios de los productos agropecuarios, a que Brasil salga del estancamiento o al financiamiento externo que pueda conseguir en las condiciones actuales, pero ésta sería una apuesta sumamente arriesgada ya que implicaría dejar pasar la ventana de oportunidad política que brindará la victoria electoral.

Desde ya, la introducción de cambios en la orientación económica no implica necesariamente un resultado exitoso. Por ejemplo, se puede trazar ciertos paralelismos entre el panorama de hoy y el de finales de 1999, cuando asumió el gobierno de Fernando de la Rúa, si bien en ese momento la situación era un poco más acuciante, con un déficit comercial de alrededor de 2 mil millones de dólares, un nivel de deuda pública más comprometedor y reservas internacionales de 19 mil millones de dólares. En aquel entonces, como ahora, se requería un cambio para apuntalar a la economía. Se optó por el tristemente célebre “impuestazo” de José Luis Machinea, una medida con la que no se logró revertir el proceso de deterioro y que comenzó a pulverizar el capital político con el que contaba la administración.


En definitiva, la incertidumbre que hoy podemos tener respecto a lo que hará el próximo gobierno no pasa tanto por si habrá o no cambios en las políticas económicas actuales sino más bien por cuál será la profundidad, la naturaleza y la viabilidad política que éstos tendrán. Estas son las cuestiones que deberemos tener en mente cuando decidamos nuestro voto, sin contar, para ello, lamentablemente, con la ayuda de los candidatos, que a lo largo de la campaña se vienen esforzando por mantener sus planes, si es que los tienen, en el más absoluto de los secretos, limitándose a decirle a cada auditorio lo que éste quiere escuchar.

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