lunes, 6 de julio de 2015

La misión principal del próximo gobierno

En la nota de tapa de esta edición se analiza en profundidad la situación crítica de las cuentas fiscales, con un déficit que, en la perspectiva histórica, sitúa a la actual gestión económica en una compañía de la que seguramente no se enorgullece. Como se verá más adelante, el resultado fiscal con el que se estima va a finalizar este año va a ser uno de los peores de la historia y se ubicará en niveles semejantes a los registrados en el rodrigazo, la crisis de la deuda de principios de la década del ´80 y la hiperinflación a finales de esa misma década. Con este logro, Axel Kicillof quedará emparentado con ministros de economía como Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo, José Martínez de Hoz, Lorenzo Sigaut, Roberto Alemann o Juan Sourrouille, algunos de los cuales ha criticado fervientemente.

Dejando de lado las particularidades de cada período, un punto en común que se puede identificar en todos ellos es la existencia de una economía que perdió el impulso del sector privado y en la que el sector público ocupó su lugar hasta el punto que la capacidad de endeudamiento y las restricciones externas le permitieron. Y lo que, a lo largo de estas experiencias, reprimió el impulso privado fue la falta de rentabilidad o, cuando ésta existió, la falta de garantías de que fuera a mantenerse en el tiempo. Esto fue producto, entre otras cosas, de las políticas erráticas, de la arbitrariedad y el oportunismo de los distintos gobiernos y de la falta de consenso de la sociedad respecto al modelo de país que se pretendía.

Esto se observa claramente en la última década. Entre 2003 y 2008, los extraordinarios precios de los commodities y el dólar alto brindaron condiciones de rentabilidad para que el sector privado anotara una expansión notable, también favorecida por el punto de partida bajo. Fue así como las exportaciones, el motor fundamental de toda economía para crecer en forma sostenida, casi se triplicaron en dicho período, pasando de 25.700 millones de dólares en 2002 a 70.000 millones de dólares en 2008, el año previo a la crisis internacional, que tuvo un fuerte impacto en el comercio internacional. Desde 2009 en adelante, con el proceso de apreciación cambiaria, que le bajó la rentabilidad al sector exportador, y las medidas y el discurso de un gobierno que pareció en muchos momentos dispuesto a avanzar sobre las ganancias de las empresas, comenzó a sentirse cada vez con más fuerza el estancamiento del sector privado. Los resultados en materia de exportaciones han sido contundentes: tras alcanzar un máximo de 84 mil millones de dólares en 2011 y mantenerse en los 2 años siguientes cerca de ese nivel, se desplomaron en el 2014, a un total de 72 mil millones de dólares, y se ubicarían en un nivel aun más bajo este año.

Resulta indiscutible que la misión principal del próximo gobierno es encender nuevamente el fuego de la iniciativa privada. Debe lograr crear condiciones de rentabilidad y perspectivas de que esa rentabilidad se va a mantener en el tiempo para las empresas, principalmente en el sector exportador. Y mientras mayor sea la participación y el compromiso de la dirigencia política, sindical y empresaria en este proceso mejores van a ser los resultados. De nada servirá el mejor programa económico si no cuenta con el grado de legitimidad suficiente que esa participación le puede dar.

Si no logramos avanzar en esa dirección vamos a quedar sujetos al azar de los precios internacionales de los commodities y al financiamiento que podamos conseguir, disputándonos una torta que no nos ponemos de acuerdo cómo hacer crecer y esperando el golpe que nos arroje hacia la próxima crisis.


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