A
medida que se va aproximando el cambio de administración e intentamos discernir
la forma que tendrá el enfoque económico con el que las nuevas autoridades
enfrentarán los numerosos problemas que presenta la economía, surge
naturalmente el interrogante acerca de lo que sucederá con el tipo de cambio,
dado el significativo atraso que éste hoy registra.
Durante
la campaña electoral, por la sensibilidad que este tema presenta, se ha preferido
poner el énfasis en la reducción de la carga impositiva que hoy pesa sobre las
economías regionales como la principal herramienta para hacer frente a la
pérdida de competitividad de la economía. Como era de esperar, se han evitado las
precisiones acerca del nivel del tipo de cambio real que podría propiciarse o
tolerarse durante los próximos años. Nadie va a pretender ganar una elección
presidencial en los tiempos que corren diciéndole a los trabajadores que va a
bajar el poder adquisitivo de sus salarios apenas asuma el cargo.
Teniendo
en cuenta, entonces, que los candidatos no han aportado pistas certeras sobre
este particular, podemos recurrir a la historia argentina para intentar prever
cuál puede ser la evolución, elegida por las autoridades o impuesta por la
realidad, de la paridad cambiaria durante el próximo mandato.
Tomando
los últimos 50 años de una serie de tipo de cambio real bilateral con Estados
Unidos*, se observa que siempre que éste cayó por debajo de cierto nivel, la
situación no se pudo sostener en el tiempo y la salida fue brusca. Por ejemplo,
entre 1972 y 1975 el peso se ubicó en un nivel históricamente alto, semejante
al de la actualidad, y el desenlace, iniciado con el Rodrigazo, derivó en el
mayor pico inflacionario registrado en el país hasta entonces. Pocos años
después se repitió el fenómeno, entre 1979 y 1981, con la tristemente célebre
“tablita” de Martínez de Hoz. Nuevamente, el final fue traumático, con una
caída de más del 11% del PBI y una nueva aceleración inflacionaria. Más recientemente,
se encuentra la experiencia de la Convertibilidad. A diferencia de los procesos
anteriores, la permanencia de un peso apreciado se extendió durante más tiempo,
entre 1991 y 2002. Sin embargo, y tal vez por ese mismo motivo, el desenlace
fue aun más turbulento: la economía se redujo en cerca de un 25% entre 1999 y
2002.
Podemos situar el inicio de la actual
etapa de atraso cambiario en el 2012, año en el que el tipo de cambio real cayó
a un nivel semejante al de los períodos reseñados. Si la historia ha de
repetirse, sólo falta establecer el momento de la devaluación y la magnitud de
la crisis que la acompañará. Por diversos motivos, parece difícil que la etapa actual
pueda tener una duración similar a la de la Convertibilidad,
principalmente por los problemas de Brasil. Hay que recordar que la devaluación
del real a comienzos de 1999 marcó el inicio del fin de ese período, por el
impacto que tuvo en la evolución de las exportaciones argentinas.
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