El
anuncio de metas de inflación del 12% al 17% para el año que viene realizado
por el Banco Central (BCRA) semanas atrás termina de confirmar algo que se
venía vislumbrando desde el inicio de la actual administración: la autoridad
monetaria lleva adelante una cruzada solitaria, obsesiva y riesgosa contra el
problema inflacionario.
Coincido
plenamente con la importancia que se le asigna a esta cuestión.
Definitivamente, la economía no va despegar realmente hasta que se logre una
estabilización de los precios. Es cierto, como dijo el titular del BCRA Federico
Sturzenegger, que “una inflación del 1% mensual no le sirve a la Argentina”.
Una inflación de más de un dígito anual genera incertidumbre sobre lo que va a
suceder en los próximos años con todos los precios relativos, dificultando la
evaluación de cualquier proyecto de inversión y obligando a desestimar todos
aquellos proyectos que, con los precios relativos actuales, no ofrezcan una
rentabilidad lo suficientemente alta como para tolerar una modificación en el
escenario. Por lo tanto, la inversión, y, en consecuencia, el crecimiento de la
economía, se ve restringida, con todo lo que ello implica para el bienestar de
los habitantes y para enfrentar flagelos tan acuciantes como la pobreza en la
que se encuentra sumido un tercio de la población.
Sin
embargo, esto no justifica emprender una lucha a cualquier costo para resolver
el problema. Por ejemplo: ¿de qué serviría batir a la inflación si esto se
logra atrasando el tipo de cambio, afectando de este modo la competitividad de
la economía y sembrando la semilla de una crisis de balanza de pagos en el
futuro, como sucedió en la década del ´90?
Ese
es uno de los riesgos que se presenta si se insiste con el objetivo que se ha
planteado. Es que parece difícil imaginar que el año que viene los sindicatos, que
ya hoy vienen reclamando una reapertura de las negociaciones salariales para
recuperar el poder adquisitivo perdido en los últimos meses, acepten aumentos
inferiores al 25%. Esto significa que, para lograr una inflación que se ubique
dentro del rango objetivo, se va a tener que aplicar una política monetaria
fuertemente restrictiva que va a continuar atrasando peligrosamente el tipo de
cambio y que puede, además, comprometer el crecimiento que se prevé y se
necesita como el agua para llegar con buenas posibilidades a las elecciones de
medio término.
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