En
las últimas semanas se viene registrando una mejora en las expectativas
inflacionarias. No sólo viene influyendo en esto la firme postura del Banco
Central, que se atrevió a subir las tasas de interés en un año electoral para
dejar bien claro que las necesidades políticas del Gobierno no lo van a desviar
de su objetivo, sino también los buenos resultados que se vienen dando en
algunas negociaciones salariales importantes, como la del sector de la
construcción o el comercio, en donde los sindicatos aceptaron aumentos del
orden del 21%, una cifra que meses atrás parecía difícil de alcanzar.
En
este contexto, el último relevamiento de expectativas de mercado (REM) que
publica mensualmente la autoridad monetaria presentó una baja cercana al punto
porcentual en el pronóstico de la inflación de los próximos 12 meses, tanto a
nivel de GBA como nacional. Estos pronósticos la ubican en el 18% en el primer
caso y 17,5% en el segundo.
Y
si bien es cierto que en promedio los analistas no esperan que se cumpla con la
meta establecida por el Banco Central para este 2017, de entre el 12% y el 17%,
proyectando un 21,4% a nivel GBA y un 20,7% a nivel nacional, coinciden en que
la entidad va a lograr mantener un trayectoria descendente en el ritmo de
aumento de los precios, que podría ubicarse en un dígito para el 2019 (9,9% en
GBA).
De
todos modos, la contracara de este éxito que se viene teniendo en la lucha
contra la inflación es que descansa en una parte importante en la estabilidad
del dólar y, por ende, en el creciente atraso cambiario. Y si bien puede haber
una responsabilidad parcial del Banco Central en esto, lo cierto es que, con un
déficit fiscal total, considerando nación y provincias, del 8% del PBI o
superior y un amplio financiamiento internacional disponible, a la larga o a la
corta resulta inevitable una apreciación del tipo de cambio real como la que se
viene registrando.
Este
proceso viene golpeando a numerosos sectores (la industria cayó un 4,6%
interanual el año pasado y un 2,4% interanual en el primer trimestre del 2017),
en un contexto además en el que correctamente se viene abriendo gradualmente la
economía a la competencia de las importaciones. Los exportadores y aquellos que
compiten con las importaciones deben lidiar con una situación en la que los
precios de sus productos se mantienen fijos mientras siguen incrementándose sus
costos.
El
Gobierno se comprometió a reducir el déficit fiscal a un nivel razonable
durante los próximos años, lo que podría ir aflojando las tendencias hacia el
atraso cambiario, pero habrá que ver si los plazos planteados son acertados.
Las autoridades deben lograr configurar una economía suficientemente
competitiva y viable antes de que se agote el crédito externo del que gozan para
evitar que tengamos que atravesar una vez más el trauma de una crisis.
En
definitiva, están ganando la “batalla” contra la inflación pero persisten
importantes interrogantes de que puedan ganar la “guerra” de poner a la
economía argentina en la senda del crecimiento sostenible.
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