A
pocas semanas de las primarias abiertas que marcan la primera etapa del proceso
electoral de este 2017, parece ir concretándose lo que temí meses atrás en
un artículo titulado “Esperando al 2018”, de agosto de 2016: la primera mitad
del gobierno de Mauricio Macri sólo brindará tímidas mejoras en lo que refiere
a la corrección de los desequilibrios de fondo de la economía argentina.
Indudablemente,
los tres problemas centrales que dejó el gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner fueron el abultado déficit fiscal, que, sumando provincias y
municipios, ascendió en el 2015 al 8% del PBI, la inflación, del 26,9%, de
acuerdo al promedio de consultoras privadas difundido por el Congreso en ese
entonces, y el desequilibrio externo, con un déficit en cuenta corriente de
16.806 millones de dólares en el último año de la gestión.
Lamentablemente,
para el cierre de este 2017 esperamos mejoras realmente modestas en estas
variables. El déficit fiscal se ubicaría en torno al 7% del PBI y la inflación cerca
del 22%. En el frente externo posiblemente ni siquiera veamos avances. El
déficit en cuenta corriente del año pasado fue de 14.901 millones de dólares y
en el primer trimestre de este año alcanzó los 6.871 millones, un 39% más que
en el primer trimestre del 2016. Con la intensificación en la recuperación de
la economía y el creciente atraso cambiario que se esperan para lo que resta
del año, tranquilamente podría superar el resultado del 2015. En definitiva,
llegando a la mitad del mandato, es poco lo que el Gobierno va a poder mostrar
en relación a la mejora de estas tres variables que van a definir la suerte de
la economía argentina en los próximos años.
Donde
sí se encuentran claras diferencias entre este gobierno y el anterior es en el ámbito
de la retórica. La administración actual reconoce estos problemas, sin procurar
ocultarlos a través de la manipulación de las estadísticas oficiales, y plantea
metas para ir resolviéndolos. Aquí se inscriben no sólo los objetivos fiscales
y de inflación sino también las promesas de avanzar en las reformas tributaria y
laboral, esenciales para enfrentar el problema de competitividad que se
encuentra en la base del importante desequilibrio externo.
Sin
lugar a dudas, en la segunda mitad de su mandato el Gobierno deberá realizar un
esfuerzo mayor para transformar sus ideas y sus promesas en medidas concretas
que permitan corregir en forma más significativa los importantes desequilibrios
que aun presenta la economía.
Tendremos
que confiar en que un buen resultado electoral puede dotar a las autoridades de
la confianza que necesitan para avanzar con mayor decisión en esa dirección
aunque nadie nos puede cuestionar si nos dejamos vencer por el escepticismo. En
los últimos 40 años Argentina nunca pudo corregir los desequilibrios de la
economía sin atravesar una crisis de magnitud y no se percibe la madurez
suficiente en la clase política para obtener en esta oportunidad lo que
representaría un logro sin precedentes en la historia reciente.
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