El
resultado electoral del 13 de agosto abre una interesante oportunidad para la
economía argentina. De mantenerse este resultado en las elecciones del 22 de
octubre, el Gobierno contará con el apoyo de la población para continuar con
una agenda que, en caso de llegar a buen puerto, marcará un hito en la historia
económica de la Argentina.
Es
que si la administración logra cumplir con las metas fiscales y avanzar en la
reducción gradual del elevado déficit que hoy existe, será la primera vez en los
últimos 50 años que una situación de las cuentas públicas de esta gravedad no
desemboca en una crisis.
Si
uno repasa la evolución del resultado financiero (incluyendo intereses) del
sector público argentino, es decir de la Nación, provincias y municipios, en el
último medio siglo, puede observar que siempre que el déficit llegó a niveles
similares al actual, en torno al 7% del PBI, la situación tuvo un desenlace
traumático. Por ejemplo, en 1973 el déficit llegó al 6,02% del PBI y siguió
subiendo desde entonces, desembocando en 1975 en el Rodrigazo y en una caída
del 4% del PBI durante ese año y el siguiente. El déficit nuevamente volvió a
superar el 6% del PBI en 1980, una vez más para continuar subiendo y ser un
factor central de la crisis de 1981 y 1982 en la que se registró una caída de
más del 11% del PBI. La situación se repitió años más tarde, cuando el déficit
superó el 7% del PBI en 1987, generando las condiciones para el estallido
hiperinflacionario de 1989 y una contracción del PBI de más del 12% entre 1988
y 1990. Por último, en 2001 el déficit se ubicó una vez más por encima del 7%
del PBI y al año siguiente la economía cayó un 11%. De todos modos, a
diferencia de los episodios anteriores, en este caso la crisis comenzó en 1999,
partiendo de un déficit de sólo el 2,42% del PBI en 1998, y podría argüirse que el deterioro fiscal fue más una
consecuencia que terminó agravando el problema que una de sus causas.
El
sendero de reducción del déficit que ha trazado el Gobierno sólo hace
referencia al déficit fiscal primario de la Nación (se apunta al 4,2% del PBI
este año, el 3,2% el año que viene, el 2,2% en el 2019 y el 1,2% en el 2020). Nada
se dice del resultado provincial y municipal y la carga de intereses. Es claro
que, para alejar a la economía argentina del punto crítico en el que se
encuentra, no sólo se requerirá del esfuerzo a nivel nacional sino también a
nivel provincial y municipal, algo que debería plasmarse en la aprobación de la
Ley de Responsabilidad Fiscal que se discutirá en las próximas semanas en el
Congreso. También será esencial que la tasa de interés internacional se
mantenga en un nivel similar al actual porque una suba de la misma compensaría
negativamente la mejora obtenida en el resultado primario.
Por
otra parte, las autoridades económicas no deberán flaquear si la economía
desacelera su marcha como consecuencia del esfuerzo fiscal. Estamos en una
coyuntura en la que el impulso de la actividad no puede provenir del sector
público sino de medidas que alienten la inversión privada.
El
desafío es grande pero si el objetivo se logra su efecto será perdurable. Es
momento de aprender a reconocer nuestras limitaciones y convivir de la mejor
manera posible con ellas y no tener que esperar a que la crisis nos las muestre
de la peor manera.
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