Muy
posiblemente, en cualquier país un apoyo como el que recibió la Argentina de
parte del Fondo Monetario Internacional para hacer frente a los vencimientos de
la deuda pública hasta el 2020, el compromiso del Gobierno de reducir a cero el
déficit fiscal primario y la fuerte corrección del dólar habrían bastado para
restablecer la confianza y poner la economía en marcha.
Es
indudable que si las autoridades económicas logran cumplir el compromiso fiscal
y la cotización del dólar no se vuelve a atrasar en los próximos meses en forma
excesiva en relación a la inflación, habrán logrado tres años después del
inicio de la gestión dejar atrás los importantes desequilibrios económicos que
dejó el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
El
problema es que, tras siete décadas de malas administraciones económicas, no
alcanza con compromisos y proyecciones. Todos estamos esperando ver cómo el
Gobierno responde a las crecientes demandas de la sociedad en un período que
impondrá importantes sacrificios, hasta qué punto cederá a estas demandas y
cómo quedará la consistencia del programa frente a las posibles concesiones. Y,
aun si se mantiene fiel al libreto, sabemos que una derrota electoral en las
próximas elecciones posiblemente pondría fin a este intento de ordenar la
economía.
Por
lo tanto, lamentablemente, en los próximos meses sufriremos las consecuencias
de una larga historia de irresponsabilidades en materia económica que hacen que
el compás de espera y las dudas se prolonguen por más tiempo que el que sería
necesario en un país normal, extendiendo la duración de la recesión y agregando
de este modo dificultades adicionales para que la implementación del programa
sea exitosa.
Nadie
puede anticipar cuál va a ser el resultado que se va a lograr con el esquema
económico puesto en marcha luego del anuncio del nuevo acuerdo con el fondo. Va
a ser un buen test de los avances que hemos tenido como sociedad tras décadas
de crisis. Si la dirigencia política, sindical, empresaria, los medios, etc.,
están a la altura de las circunstancias y logramos atravesar la situación en
forma ordenada, buscando encontrar los equilibrios consistentes con la realidad
económica de la Argentina y con el contexto internacional adverso que se planteó
en estos últimos meses, saldremos fortalecidos y podremos sentar las bases para
poner en marcha un proceso de crecimiento sólido que puede extenderse en el
tiempo.
Si,
por el contrario, caemos en las mezquindades sectoriales y en la
autocomplacencia e insistimos en reclamos que son incompatibles con nuestras
posibilidades, estaremos contribuyendo nuestro grano de arena para perpetuar la
inestabilidad que ha caracterizado la economía argentina en los últimos 70 años
y que ha determinado su continuo retroceso respecto a buena parte de los países
del mundo y, sin lugar a dudas, a todos aquellos con los que nos gustaría
compararnos.
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