Independientemente
de quién se imponga en las elecciones del próximo 27 de octubre, la evolución
de los acontecimientos políticos hace pensar que los argentinos ya eligieron
los lineamientos generales sobre los cuales deberá manejarse la economía en los
próximos 4 años.
Esto
se desprende de la decisión a la que se vieron obligadas las fuerzas con más
chances en la contienda electoral de moverse hacia el centro del electorado,
restándole peso a sus sectores más “puros” o radicales. Fue el caso de la
incorporación de Miguel Ángel Pichetto a la fórmula oficialista y la de Alberto
Fernández y Sergio Massa a la propuesta de la oposición.
Todo
indicaría que, a diferencia de lo sucedido en otros momentos de la historia, la
gran mayoría de los argentinos ya no cree en soluciones mágicas. Ya no se deja
engañar por las viejas consignas de las principales fuerzas políticas como no pagar
la deuda pública, cerrar la economía al mundo o demonizar al Fondo Monetario
Internacional.
Es
temprano aun para llegar a una conclusión definitiva pero hay señales de una
maduración de la sociedad, producto posiblemente del recambio generacional pero
seguramente también del aprendizaje que extrajimos de esta constante prueba y
error a la que nos vienen sometiendo los políticos en este experimento económico
fallido que es la Argentina.
De
este modo, el escenario que se ha configurado en las últimas semanas permite
vislumbrar la posibilidad de que en Argentina se genere finalmente el tipo de
alternancia política que prevalece en las economías capitalistas de mejor
desempeño en las últimas décadas, en donde se suceden en el poder fuerzas de
centroderecha y centroizquierda. Esto implica mantener a lo largo del tiempo un
conjunto de premisas económicas básicas compartidas por la mayor parte del
espectro político, con cambios en la superficie de acuerdo al signo del
gobierno de turno.
Este
sería un paso fundamental para poner en marcha un proceso de crecimiento
sostenido. Es que resulta indudable que la elevada volatilidad de la política
económica argentina ha sido un factor determinante en el atraso relativo que
sufrió nuestro país en las últimas décadas. La constante modificación de las
prioridades y objetivos, del grado de apertura de la economía, de la participación
del Estado en la misma o de los precios relativos ha actuado como un constante
desincentivo a la inversión privada, el principal motor de una economía
capitalista.
Un
marco económico más previsible podría haber sido el resultado del acuerdo que
propuso el Gobierno sin éxito semanas atrás pero también puede surgir de una
sociedad madura que ponga límites al accionar de los políticos.
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