Los
datos publicados esta semana por el Indec sobre la evolución de la industria y la
construcción volvieron a poner paños fríos sobre las expectativas de
reactivación, que se habían visto alimentadas semanas atrás por el primer
incremento interanual de la actividad económica en 15 meses. La industria y la
construcción no solo continuaron mostrando en junio importantes caídas respecto
al mismo mes del año pasado (6,9% y 11,8% respectivamente) sino que también
volvieron al terreno negativo en la evolución de la serie desestacionalizada,
tras dos meses consecutivos de crecimiento.
Y
sin lugar a dudas un factor central detrás de este escenario es el
funcionamiento de la política argentina. El debilitamiento de la coalición
gobernante como consecuencia de la recesión y la posibilidad de un nuevo cambio
de rumbo en la conducción de la economía generó una gran incertidumbre respecto
al futuro en los últimos meses que paralizó la inversión.
De
hecho, la inversión es el componente de la demanda agregada que más ha caído en
los últimos meses, con una reducción interanual del 5,7% en el 2018, según los
datos del Indec, y del 13,4% en el primer semestre de este año, según los datos
más actualizados de la consultora de Orlando Ferreres.
La
falta de adhesión de las principales fuerzas políticas de la Argentina a un
conjunto de premisas económicas básicas que garanticen que en caso de un cambio
de coalición gobernante no se realicen modificaciones de fondo en el esquema económico
tiene como consecuencia un desaprovechamiento de las oportunidades de inversión
que existen en nuestro país.
¿Cuántos
proyectos no se llevaron adelante y puestos de trabajo no se crearon como
consecuencia de la incertidumbre respecto a la rentabilidad que estos proyectos
van a tener en caso de producirse un cambio de gobierno? Es difícil de precisar
pero seguramente es una cifra importante que representa el costo para la
sociedad argentina de un sistema político que hace más de 70 años no genera un
esquema económico relativamente estable.
Mucho
se habla de las reformas estructurales que se requieren en los próximos 4 años
para poner en marcha la economía pero es más importante lograr de una vez por
todas encontrar las coincidencias que seguramente existen entre los argentinos,
dejando de lado la retórica del enfrentamiento y la descalificación, y generar
los consensos que resultan indispensables para construir un futuro más
alentador. Debe enfatizarse con claridad lo que está en juego, que es aquello
que nos impide avanzar.
En
definitiva: ¿de qué serviría avanzar con reformas que podrían ser
desarticuladas una vez más si los vientos de cambio vuelven a soplar?
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