Históricamente
el peronismo se vio favorecido por la suerte en materia económica. Sin lugar a
dudas, ésta ha sido un pilar en su constitución como la fuerza hegemónica de la
Argentina.
Entre
1946 y 1948 pudo aprovechar los precios excepcionalmente altos de los bienes de
exportación del país para llevar adelante la fuerte redistribución del ingreso
que cimentó la leyenda de Perón y Evita como los protectores de los
trabajadores. A su regreso al poder casi dos décadas más tarde, en 1973, el
viejo caudillo se vio beneficiado una vez más por un nuevo máximo en los
términos del intercambio (relación entre los precios de exportación y de
importación) de la Argentina, lo que le permitió, en menor escala, reeditar las
políticas redistributivas de sus primeras presidencias. Y, como si el dado
económico de nuestro país estuviera cargado en favor del peronismo, pocos meses
antes de la asunción de Néstor Kirchner como presidente en el 2003 se inició el
ciclo de mejora de los precios de exportación de la Argentina que llevó los
términos del intercambio a un nuevo máximo en el 2012. Gracias a esto, Kirchner
y su esposa, que lo sucedió en el poder en 2007, pudieron impulsar la fuerte
recuperación de los salarios reales y la expansión del gasto público que explican la popularidad que aun mantiene la actual vicepresidente, a pesar de haber
dirigido el país durante 4 de los últimos 8 años de estancamiento económico.
Sin
embargo, cuando parecía que el gobierno de Alberto Fernández iba a ser una
excepción en este sentido, junto a la gestión de Carlos Menem, que la ruleta de
la historia esta vez no iba a ser favorable a la fuerza política surgida en la
década del ´40, con términos del intercambio que se mantienen estables desde el
2013, estalló la pandemia de coronavirus, un evento sin precedentes en la
historia argentina y mundial.
Y
si bien es prematuro sacar conclusiones en este momento, todo indicaría que la
pandemia es un nuevo golpe de suerte para el peronismo. Sin lugar a dudas, el
esquema económico que se había planteado en estos primeros meses de gestión
difícilmente habría sacado a la Argentina del estancamiento en el que se
encuentra. En ese contexto, a menos que se hubiera dado un oportuno cambio de
rumbo, el gobierno de Alberto Fernández habría enfrentado serias dificultades
para imponerse en las elecciones legislativas del año que viene. Sin embargo,
la pandemia aparece ahora como la excusa perfecta para justificar un desempeño
que en el mejor de los casos habría sido decepcionante para la mayoría de la
población.
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